Un viaje al interno

Un viaje al interno
Un descenso al corazón

jueves, 26 de noviembre de 2015

Recuerdos...

De entre todas las cosas que el ser humano consigue hacer  la más importante y que pasa desapercibida es crear recuerdos. Es algo inmediato, algo involuntario, sucede y ya está, es un instante y el recuerdo ya está hecho. Es algo eterno, algo que se graba el en alma y queda ahí. Los recuerdos son parte vital en la vida del hombre, desde los recuerdos conscientes, a aquellos inconscientes que ocultos en lo más profundo de nosotros mismos atisban y afloran como un mecanismo, como un resorte, que nos coordina y nos empuja, que condiciona de algún modo nuestra forma de ser.


   Los recuerdos, toda la vida son recuerdos, recuerdos que nacen a cada instante, desde hechos corrientes como recordar dónde has dejado la llaves, a recuerdos intensos que convierten en algo eterno, un día, un lugar, un momento. 

 Tal importancia tienen los recuerdos, que el hecho de perderlos se nos antoja una dolorosa experiencia, tanto es así que, el olvido de nuestros recuerdos, nos hace dejar de ser quienes somos, quedando sólo el vago recuerdo, si se puede decir así, de quienes fuimos. 

  Vivimos en una sociedad de estresada velocidad donde parece que no hay sitio para la calma que los recuerdos merecen. Una sociedad tecnológica donde los recuerdos han perdido su esencia para convertirse en apenas 140 caracteres, una fotografía digital, un recuerdo fugaz que nadie recuerda, una sociedad apocada al olvido donde todo es relativo, inmediato; una sociedad que se pierde en el momento presente, que vive para olvidar, vive y olvida pero ¿olvida?

 Todos generamos recuerdos y todos somos, en cierto modo, el recuerdo de alguien. Podemos recordar y hacernos recordar. Podemos generar recuerdos propios y generaremos recuerdo en quienes nos rodean. Vital importancia tomar conciencia de esto; somos el recuerdo de alguien. En la eternidad seremos lo que hayamos logrado dejar tras de nosotros, en nuestra mano está ser el dulce recuerdo, o una tortura.  Ser el recuerdo al que se recurre, o ser el olvido que se busca porque no se quiere recordar.

  Un aroma, un perfume, una voz... sus ojos, una canción, cada sentimiento, todo es un recuerdo continuado que nos recuerda quién somos y quienes son los que nos rodean, incluso aquellos que pasaron un instante por nuestra vida, es más, podemos incluso recordar a los que no pasaron directamente, pero dejaron huella. Son todos esos que viven en el recuerdo colectivo, a quienes recordamos con el fin de no olvidar quién somos y por qué vivimos, muchos de ellos, héroes anónimos que perdieron su vida y nos dejaron el amargo recuerdo de que, si olvidamos, perderemos el rumbo y que sin rumbo la humanidad está perdida en un mar tempestuoso dispuesto a silenciar hasta el último recuerdo. 

  Si te borran el recuerdo de lo que fue, y hay muchos que lo intentan, nunca sabrás en verdad qué es lo que es en realidad, pues no sabrás jamás que es lo que en verdad fue. Y es que en el olvido no hay respuesta a la existencia. Recordar lo que nos causó dolor es lo que nos anima a continuar adelante, no olvidar lo que nos hace felices, es lo que nos empuja para avanzar. Hay recuerdos en el corazón del hombre que jamás tenían que haberse generado y que, en según qué casos, pueden llegar a ser de tal crudeza que desfiguran el ser, suelen ser los recuerdos que quitaremos olvidar y que, por desgracia, en la mayoría de los casos, nos han generado terceras personas, que han dejado un amargo sentimiento de traición, son... recuerdos duros, violentos, momentos en que nos hicieron vernos anulados como personas, como humanos y que desde el inconsciente afloran con el dolor que provoca la rememoración del hecho, que termina por convertirse en una herida que nunca cierra. Por desgracia estos son los recuerdos que más difíciles son de borrar, y es por ello que son estos los que más debemos recordar, con la sensatez de hacerlo con la fuerza personal de la superación valerosa, para no dejar que destierren al olvido los recuerdos que nos dan aliento y luz. Es verdad, hay recuerdos que nos atenazan y nos condicionan, recuerdos que aún ahora nos hacen quebrar la voz y nos hacen temblar el pulso, pero querido lector, con el pulso contenido, quiero decirte que si poderosos son los malos recuerdos para atormentar toda una existencia, más lo han de ser los buenos, y lo son, te doy mi palabra. 



   Un beso, una caricia, una mirada, pueden desplazar todo el dolor, restarle valor, porque aún cuando no dejes de sentirlo, puedes llegar a convertirlo en un escalón para seguir subiendo, a fin de no bajar en el pozo en que otros con su egoísmo quisieron meternos, un primer paso para salir de esa oscuridad que parece que te envuelve. Lo sé, es difícil, no te voy a decir que sea fácil, no lo es, no es sencillo vivir con el recuerdo latente del dolor, del miedo, de la muerte... pero si sólo dejamos que sean esos recuerdos los que nos sustenten terminaremos por ser el reflejo de lo que tratamos de olvidar, y a la larga sólo generaremos los mismos o similares recuerdos en las personas que se nos ha dado y para las que deberíamos querer generar los recuerdos dulces que fortalezcan sus almas, esos que nacen del amor. Una corrección hecha con el corazón, más allá del egoísmo y los prejuicios, más allá del propio punto de vista, buscado la objetividad y el bien común, lejos de ser un amargo correctivo que se convierta el un amargo recuerdo, puede ser el más dulce recuerdo del amor que alguien nos tuvo y por ende, que nosotros tenemos.

  Piensa en tu vida, echa la vista atrás, mira la estela que dejas en las aguas de la vida, mira la huella que dejas en la arena de quienes te acompañan y preguntate ¿Es la huella que querría que me dejara alguien al pasar?¿Es la huella de una caricia, o es la huella de quien vino para pisarme? sólo en ti está el poder de ser quien quieres ser. Mira tu interior ¿Quién quieres ser? ¿Quién amas ser? ¿Eres quien quieres?¿Amas quién eres? Sé quién amas y ama todo lo que eres, TODO, hasta aquello que te hizo dejar de ser quien creías ser para ser quien hoy eres, porque sólo así serás quien el mundo necesita que seas, para poder ser.

   Recuerdos, hechos, personas, situaciones, emociones, lugares, fechas, momentos, instantes... todos ellos inolvidables, todos ellos íntimos; buenos, malos, mejores, pero eternos. Si ha de alcanzarnos el olvido, que lo haga en paz, sabiendo que fuimos quien queríamos ser. Que el olvido nos alcance amando nuestros recuerdos, tanto, que no nos importe perderlos, porque los habremos transformado en vida, una vida que merezca la pena ser vivida hasta sus últimas consecuencias y así, cuando nos hallamos de ir, si ya nadie nos recuerda, que algo de ti y de mí siga existiendo, como el arte, como la música y la literatura, como todo lo hermoso, y a veces también lo terrible. Que nuestra existencia sea un continuo recuerdo indeleble al tiempo aunque haya quien lo quiera destruir; porque pueden borrar el arte, callar la música, pueden querer cambiar la historia, pero la esencia, la impronta, la persona siempre queda, nunca pasa, porque la integridad de uno integra al otro y así todos somos uno, unidos en el recuerdo, pues hasta el olvido es una forma de recordar y olvidar nos recuerda que somos por todo cuanto recordamos y nos hacemos recordar.

   No seas una sombra que pasa sin peso y se olvida, sé la sombra alargada que todos quieran recordar.





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