Un viaje al interno

Un viaje al interno
Un descenso al corazón

sábado, 18 de abril de 2020

Metamorfosis del alma

Querido lector:

Desde hace poco más de un mes el mundo que conocíamos se ha parado, en cierto modo, ese lugar que conocimos como nuestro ya no existe, porque aunque exista en sí mismo, su contenido ha cambiado, o al menos, está empezando a cambiar en una suerte de metamorfosis forzosa, como la oruga que se encapsula hasta el punto de dejar de ser lo que es para convertirse en que quien debe ser.
 
   La última vez que me puse ante  ti en este espacio que nos une a pesar del tiempo y el espacio que nos separa, fue justo antes de que se cerrasen las puertas de la calle, en aquel momento  te invitaba a ver  las cosas desde un ángulo diverso. En aquel momento, si bien podíamos intuir lo que se nos venía, no podíamos entender lo que suponía, y es que la vida se vive siempre hacia delante y se comprende hacia atrás, por eso, en aquel momento, hablábamos de renovarse o morir.

 Un mes más tarde, encerrados, toca hacer balance, por eso hoy, querido lector, me pongo ante ti en esta hoja en blanco para escapar por un instante de este encierro y hacer una ruta que nos conduzca a nosotros mismos para poder así llegar a los demás, convirtiendo ese lugar de nosotros mismos en un lugar de encuentro universal con todos, conscientes, en esta metamorfosis, de que todos somos uno, de que todos somos una sola verdad, una sola realidad.

Un mes a puerta cerrada, un mes de arresto domiciliario, un mes de muchas sensaciones y emociones para las que no siempre estamos preparados. El miedo, la soledad, la ansiedad, la angustia, la melancolía… hambre y sed de abrazos, de contacto, de besos… de miradas cómplices, de silencios eternos llenos de palabras ahogadas en un discurso que jamás se producirá… Son todas esas cosas, pequeñas cosas que en nuestro día a día damos por sentado y que hoy, ahora, se vuelven más importantes, más intensas, más necesarias… por eso, en este instante, querido lector, párate y respira, respira hondo y siente como tu pecho se llena del aire que tanto tememos nos falte y empieza a dejar que tu mente se pare y tu consciencia, tu razón, descienda y se acerque al centro de tu propia vida, a ese lugar que llamamos corazón… ahí estás, es un lugar privilegiado de ti mismo donde pocas veces entramos  y menos aún, lo dejamos visitar. Pero ahora que todo falta, es el único sitio al que podemos ir, más allá de nuestras propias fronteras, y allí, en medio de ti, de nosotros mismos, deberá ser donde nos encontremos.

¡Cuántos sentimientos! Resultan  innumerables, cuánto amor por dar, pero también por recibir, en medio de este encierro ¿Me permito amar? ¿Me permito ser amado? El corazón es un castillo inexpugnable, pero como todo castillo que se precie en el imaginario colectivo, dispone de foso, pero también de puente levadizo. En estos días en que los muros físicos se han impuesto, también los muros mentales se alzan, poniendo en jaque todo aquello que teníamos por cierto, entonces, cuando todo lo que es deja de ser y todo lo que era ya no existe ¿Quién soy yo?

 El momento actual es un momento intenso. Se ha revelado, de forma fehaciente, la verdad de la existencia, que no es más que la soledad del hombre, del ser humano, su debilidad y su inexorable viaje hacia la muerte, donde todos llegaremos y a donde iremos solos, por acompañados que lleguemos al límite de la vida. Llegados a ese umbral, a ese castillo nos tocará entrar solos.  

¿Qué sentido tiene la existencia si sólo acaba en la muerte? Quien tiene fe, en su fe encuentra la esperanza, quien no, en el  hecho de encontrar el fin de todo, de reposo le sirve, aunque en todo caso a la razón, la muerte le parece un sin sentido, pero ¿y mientras vivimos?

Hemos crecido al amparo de una sociedad que nos ha entrenado para ser útiles, meros eslabones de una cadena de montaje, peones en  una super producción donde sólo vales en tanto en cuanto generas y donde solo existes si puedes rentar… nada que no produzca tiene sentido, nada que no dé beneficio tiene cabida, nada que no sea alcanzar más producción tiene sentido, sea al precio que sea… entonces ¿ahora? Estamos ante un momento en que nada es lo que parecía, nada puede seguir funcionando como funcionaba, ahora nada de cuanto conocimos existe y poco hay en nuestras manos para poder adaptar el sistema, desfasado y sin sentido a las necesidades reales de la humanidad actual… el imperio cayó, el capital ha colapsado, ahora quedan dos opciones, apostar por el hombre, por el ser humano, por la sociedad, por la justicia y la igualdad, o, por citar un ejemplo que todos conocemos “que empiecen los juegos del hambre”

   La oruga, una vez nace, arrasa con todo a su paso en su frenesí desmedido por crecer, hasta que, llegado el momento, sin saber por qué ni como, algo le obliga a cejar en su frenesí de gula y tomando por refugio lo que antes fuera su alimento, crear de sus propias entrañas un capullo y encerrarse en él, diluirse y desaparecer para volver a nacer, para re-existir, esta vez, ya no estado larvario y casi repugnante, sino con una apariencia nueva y renovada, con su peculiar belleza, esta vez, para dar vida. Me gustaría pensar que la sociedad ha llegado al final de su estado larvario y que, tras su forzada metamorfosis alcanzará un estado adulto en que sepa equilibrar sus existencia, alcanzado en sí una belleza que, por efímera que sea, pues igualmente vamos a morir, resulte de exquisita utilidad, pues, tras su estado larval, donde destruye para crecer, ahora, como mariposa, poliniza, engendrando fruto.

Querido lector, mientras esto pasa, mientras seguimos un día más con la esperanza de que sea un día menos, quiero invitarte a la reflexión, a la metamorfosis del alma y de la mente. Desde esta ventada de internet, desde este nudo en la red de redes, te invito a tomar aire y experimentar como tu pecho se colma de vida, siente como tu corazón late en tu pecho, siente como el oxigeno llega a cada célula de tu ser, pum, pum, pum, sístole y diástole de vida a golpe de pulsación… ¡Siéntelo, estás vivo! eres libre, aunque estés encerrado, date un momento para sentir la ira, el temor, el miedo… el dolor, la pena, la angustia… no huyas de todo ello, deja que el terror te alcance y te sumerja en la oscuridad de la noche más profunda, siente el terror de la tormenta, llora, si es que puedes, grita si lo necesitas… déjalo fluir…

Siente ahora la paz, la calma, la tranquilidad, la nada… siente la quietud, siente el amor… ahora, toma aire nuevamente y deja fluir todo, exhala con tu aliento todo eso que no te deja avanzar y vuélvete a ti mismo, mírate, ahí estás, solo, en compañía pero solo, como la oruga en su capullo o la larva en el panal, uno de tantos, pero solo y en ti todo un cosmos de vida, si tu no existieras nada existiría, porque, querido lector, nada es casual, ni que yo ahora escriba estas líneas, ni que tú las estés leyendo, ni que, en este u otro momento, de uno u otro modo, los dos estemos encerrados, separados y al mismo tiempo unidos en la eternidad de las palabras… porque ahora que me lees yo soy tú qué estás leyendo, a la vez que tú eres yo mientras escribo, en esta danza de sensual inapariencia donde nada es, nada existe y todo pasa entre el silencio de mi voz y el callar de mis palabras.


Querido lector, una vez más, si has llegado hasta aquí, enhorabuena, un día más hemos cambiado el universo entero en un instante. Rotos el tiempo y el espacio hemos compartido un viaje eterno hacia la libertad, esa que solo está en nuestra mente y nuestro corazón. Hagamos esta senda que nos conducirá hasta la libertad de los que ya no temen nada porque en sí lo tenemos todo, aquellos que ya no tememos ni a la muerte porque sabemos que en la vida nada nos es prohibido y en la muerte nada nos es negado, salgamos del encierro del alma ahogada por el miedo constante, aunque sigamos en confinamiento, pues, la libertad no está solo en quienes corren, sino en aquellos que,  aun encerrados, nos atrevemos a volar.







miércoles, 26 de febrero de 2020

Renorvarse o Morir

Sin duda es una expresión que hemos oído mucho, es incluso muy probable que la hayamos usado, unas veces para decírsela a alguien y otras veces como una conclusión de nosotros para nosotros mismos cuando, ante una adversidad, no nos ha quedado más remedio que adaptarnos, evolucionar, entonces nos damos cuenta de que no hubo más remedio, era renovarse o morir.
  La historia de la humanidad está jalonada de renovaciones constantes, forzadas, forzosas y fortuitas, esas que con el tiempo hemos venido a llamar evolución y que no son más que un compendio de errores aleatorios y de mutaciones azarosas que han desempeñado una vital diferencia en nuestra existencia como especie pero también como individuos.
En los días que corren se ha vuelto a despertar el viejo, por no decir ancestral temor a lo desconocido, de ahí que afloren los bulos, en las llamadas “fake news”, una suerte de “medias verdades,” cuando llevan algo de verdad, sesgadas y manipuladas y una batería de mentiras malintencionadas que buscan sembrar la duda y lo que ésta conlleva, el miedo, y es que el terrorismo, es un arma usada por la humanidad desde tiempos inmemoriales... y hay muchas formas de practicarlo.
En lo más profundo de la conciencia del hombre está codificada su necesidad biológica de existir, el instinto de supervivencia. En lo más hondo de su mente el de perdurar, incluso, si hablamos del alma, el de trascender, por eso aquello que nos conduce a lo desconocido nos aterra, porque al final, lo único de lo que estamos seguros es de la muerte, conocida de todos, desconocida para todos, por eso estamos seguros, no tanto de ella, sino de que nadie vuelve una vez cruza ese umbral, por lo que nadie sabe qué hay, si es que hay algo, al otro lado... no voy a entrar en las promesas de eternidades, o en las certezas de la ausencia de éstas, ni en reencarnaciones, ni en trasverberaciones que nos conduzcan a otros mundos o posibles universos, eso, será otro día.

En los días del coronavirus queda muy de manifiesto todo esto, el temor, la duda, la floración de mentiras, la histeria colectiva, el temor a poder ser uno de los pocos, por muchos que sean, que no sobreviva, como si la vida estuviera garantizada fuera de este hecho… pero ahí está, llamando a la puerta de la humanidad. Un virus, no es la primera vez ni es la única amenaza que el microcosmos nos tiene reservada, existen cientos de bacterias resistentes a antibióticos que puede acabar con nuestra existencia en un breve lapso, incluso, si estamos sanos, pero no hemos puesto el foco en eso, no al menos de momento, o no de forma tan recurrente, no, pero sí en este virus, que como otros antes, viene a parasitar nuestro organismo y si en su afán depredador ha de masacrarnos, no va a dudar en hacerlo.
¡Cuántas veces el hombre ha hecho exactamente lo mismo! A las puertas de Europa, en sus aguas, en este mare nostrum, a diario, mueren seres humanos, sanos, huyendo de la miseria, del depredador humano, má
s grande que un virus y también más letal.


Renovarse o morir. ¿Tal vez es el momento en que la humanidad debe empezar a plantearse su existencia en la tierra como especie preeminente y parasitaria de todo sistema de vida y empezar a vivir de un modo no tan caduco? ¿Es tal vez este el momento de renovarse como especie, como sociedad, como cultura… o morir?
 El planeta ha llegado a su tope, la humanidad ha alcanzado metas estratosféricas en su afán de renovarse, tanto que ha llegado al punto de empezar a ser responsable de su propia destrucción. Los sistemas que inventamos para protegernos son los que han empezado a  fagocitarnos en un caldo de cultivo fatídico que se va calentando tan levemente, que el día que hirvamos, habremos muerto casi sin darnos cuenta.
¿No será, tal vez, tiempo de desmontar lo establecido y empezar a caminar hacia lo desconocido, aún a pesar del miedo? ¿Qué le pasa a nuestra sociedad para que una parte de ella huya despavorida de la diversidad, de la libertad y del respeto mutuo?
Es renovarse o morir. No pocas veces hemos llegado a esta encrucijada a lo largo de la historia y no pocas veces hemos optado por morir, o más bien por matarnos:  delitos de odio, terrorismo, guerra, bulling, abusos de toda índole y todo para mantener un sistema caduco, por no decir caducado, que hace tiempo que expiró y cuyos últimos estertores  aún resuenan… pero si no enterramos el cadáver de esa sociedad ya extinta, si no nos renovamos, si no nos abrimos a la diversidad de una nueva era, tal vez la podredumbre del pasado hará con nosotros lo que nosotros mismos hemos hecho a nuestra tierra.
A lo largo de la historia han sido muchas las extinciones masivas, también las endémicas, incluso entre los homínidos… ¿qué nos ha hecho creer que no podamos ser la próxima especie en desaparecer? Tal vez, estamos optando por morir.
Querido lector, como bien sabes, no soy doctor, ni soy filosofo, ni científico, ni hombre de grandes hazañas,  sencillamente soy un hombre, un pobre hombre, un caminante de esta vida, un observador de este universo que somos cada uno de nosotros y todos juntos, un punto en medio de la constelación humana, una brizna de polvo en la galaxia de la humanidad pero parte de ella y como tal, parte de su problema ¿podremos ser la solución?
La necesidad de la autocrítica, profunda y responsable, propia y colectiva, es acuciante en los tiempos que vivimos, máxime en los que aún han de venir. El mundo está cambiando, toca renovarse o morir, tal vez creas que tú solo no haces nada, pero piensa,  una sola malformación en la codificación cromosómica de un ser, supuso una mutación en toda una especie…  ¡atrevámonos a mutar! mutemos nuestra forma de ver, de pensar, de actuar. Atrevámonos a cambiar la forma en que miramos, vemos, oímos y escuchamos; la forma en que acogemos,  recibimos y percibimos cuanto nos rodea y a quienes nos acompañan. Renovémonos  ahora que aún vivimos, porque al final, todos hemos de morir, pero no necesariamente hemos de dejar de existir.

Si has llegado hasta aquí, querido lector, te felicito, tal vez  ya estés mutando, tal vez has encontrado  la piedra filosofal de la alquimia que es el secreto de la vida abundante, esa que no da lo material, esa que sólo experimenta quien se arriesga, quien muta, quien a pesar de tener plomo entre los dedos alcanza a transformarlo en oro. Si has llegado hasta aquí, enhorabuena, cuestiónate, revélate contra ti mismo, ten el valor de dudar, de soltar todo lo que has tenido como cierto y vuelve a empezar, vuelve sobre tus pasos, aprende a desaprender lo aprendido, recupera tu capacidad de sorprenderte, acepta que tal vez no tengas razón y que no hay nada de malo en ello, aprende del que es diferente, no rehúyas del que es distinto, conecta con todos y así podrás encontrarte contigo mismo, porque en cada uno de nosotros late una misma vida por lo que a más sepamos comprender, más nos comprenderemos y viceversa. 

No temas empezar, renovarte, porque la vida es eso, renovarse o morir. 





miércoles, 30 de octubre de 2019

No empieces a dudar de ti ¡¡¡Ten confianza!!!


Querido lector:

      Hace mucho que no me dirijo a ti y es que hace mucho que tengo el torrente de las palabras seco. Hace mucho que todo se llenó de nada y la nada me llenó a mí y en medio de todo eso, la soledad, y en ella, la tempestad…

Estos años han sido extraños, lo han sido porque, entre otras cosas, todo aquél acumulo de mí mismo que logré tener, lo fui dando a quienes, por unas u otras razones, lo han necesitado. No sabría decir si fui fuerte o lo creí, no sé si hice bien, ni siquiera sé si ahora lo estoy haciendo, ni si yo soy quien para juzgarlo.

Hace años lo dejé todo para ir tras de un imposible, que, aun siendo consciente de que no iría a lugar alguno, era un alto necesario en un camino que, por otro lado, acaba de comenzar, aún sin saberlo y aunque llevase ya algún tiempo en esta marcha. Con ello y con todo, decidí abandonar la senda que tenía para tomar otra que me conduciría hasta el lugar presente, hasta éste momento, tal vez por otro lado hubiera llegado al mismo sitio, sí, pero no del mismo modo… es por ello que me fui, me fui y volví, pero al volver, no estaba ya en el mismo camino, aunque sí en la misma ruta.

Aminoré el ritmo, dejé de correr para alcanzar la meta y empecé a disfrutar de las muchas metas que cada día surgían en el camino que nuevamente emprendía, ahora con otra fuerza y con otra luz. Me crucé con mucha gente, algunos eran sombras de aquellos que antaño me acompañaban, pero yo no lo sabía, y otros, otros serían nuevas marcas, nuevas luces que guiaren mis pasos hasta la verdad, por relativa que esta fuere en según qué circunstancias.

 Todo cambió, todo parecía igual y tal vez, en verdad, todo lo era, pero yo ya no era el mismo ni lo sería nunca más. Una parte de mí había muerto y por doloroso que fuera, había que avanzar; haciendo duelo, como con cada perdida, pero con la vista puesta en un presente que se convertía cada día en un gran futuro.

Una vez acabados los días del duelo, no sabría ahora decir si fueron muchos o pocos o si tal vez hoy algunos días aún me duelen… pero acabados esos días, pasado el luto, acabado el llanto, el camino se fue haciendo más pedregoso y las fuerzas empezaron a faltar. Había invertido mucho para seguir adelante, me había conocido, descubierto, amado y finalmente aceptado que sí, ese era yo, o al menos, lo había sido, pero que ese yo ya no era yo, por lo que yo ya había muerto y el yo que ahora era, no era yo todavía, pero sí era el conato, o más bien el neonato de quien empezaba a ser. No te mentiré, querido amigo, daba miedo, daba miedo porque yo siempre había tenido claro quién era, qué quería, cómo y cuándo, y ahora de repente ya nada de todo eso existía, nada era verdad, no quiere decir que hubiera sido una mentira, pues no lo fue, pero ahora, ya no lo era y aferrarse a ello sería un error porque, ya no existía.
En medio de toda esta vorágine se sucedían los cambios y había que adaptarse, tocaba volver a conocerse, mirarse en el espejo del alma y encontrarse de frente con quien se es, sin esperar verse ya con quien se era… sin caer en la nostalgia de quien se ha ido, sin buscar volver a ser, aceptando que ya no se es, sin dejar de ser tú mismo… querido lector, esto poca gente lo comprende, tal vez tampoco tú y yo, pero es un hecho cierto, somos un cosmos en perfecto movimiento y apariencia de quietud, un estallido en llamas oscuras que invisibles infaman la totalidad de nuestra esencia y nos transforman día a día empujándonos hacia la luz… esa luz que aunque clara y cálida, a veces nos aterra, nos abruma, nos espanta… porque pone de manifiesto cada miedo, cada sentimiento, cada grieta de nuestro frágil corazón… y al mismo tiempo nos revela, nos confirma, nos conforta y conforma… que nos saca del caos.

No sabría decirte exactamente en qué momento todo eso que era paz desembocó en una tormenta, o tal vez sí, pero no me atrevo a escribirlo. La luz se volvió noche en torno a mí, la claridad se me hizo oscura y me vi ahí, solo, frío, muerto ante el espejo del alma, siendo yo y sin saberme, siendo uno, siendo todos, siendo tú, aún sin quererlo… y los fantasmas de un futuro inexistente se empezaron a materializar en un presente confuso, la luz y la tiniebla se hacían una de un modo tan perfecto que resultaba un enigma de belleza estremecedora. El mar en calma se volvía a embravecer y los titanes que antaño parecían ya olvidados, volvían con su fuerza solo que, esta vez, ya no era lo mismo, implicaban un riesgo cierto, pero al mismo tiempo, suponían una nueva opción, una oportunidad, un cambio…

Todo se volvió silencio, vacío y nada. Todo, nada, la totalidad del cosmos en la nada del vacío, el alma huida, el corazón roto, la sangre helada… el frio aflorando a los labios mortecinos, mientras que leves se me escurren los besos… sin entender si quiera si en verdad nada de todo cuanto es existe o si es sólo otro parón, distinto, pero quieto, en medio del camino.

Gente que va, gente que viene, gente que se queda… personas con nombre, con historia que son parte de mí y que, cuando de mí parten, en parte, una parte de mí se parte al irse y así vivo, esparcido en mil pedazos, siendo uno cada uno de ellos, mientras otros lo son de mí. Mi  razón no alcanza a comprender y enloquece, se enciende y estalla cual volcán con su furia, como para drenar el flujo de la lava que me quema por dentro, canalizando todo eso que se escapa a mi entender pero que al mismo tiempo es parte de mí, que me conforma…

En esta espiral de pensamientos, sentimientos y sensaciones nos movemos, tratando de encontrarnos, sin buscarnos tal vez, colisionando a veces, diametralmente opuestos otras pero queriendo existir a la vez que deseando desaparecer, queriendo de algún modo ser indelebles y al mismo tiempo pasar sin dejar huella… pero el tiempo pasa y no deja nada sin llevar y tal vez, querido lector, es eso lo que pasa, que le tiempo nos apremia cada día y ante las puertas de la eternidad, cualquiera que ésta sea, el terror nos arrebata y nos sume en un éxtasis extraño que nos recuerda que somos finitos y que donde ahora estamos mañana, tal vez ,ya no y que, quien ahora somos, tal vez mañana, ya no, y que a quien ahora vemos, mañana, tal vez, ya no estará… que aquello que tenemos por cierto hoy, puede no existir, que pasará, que tal vez de ello no nos quedé ni el recuerdo, ni las ganas de olvidar.

Querido lector, tal vez es sólo angustia, vértigo, tal vez es sólo un despertar y temer que sea un sueño lo que se cree que es realidad. Fatigado corazón, podrido de latir y cansado de amar… pero que no sabe vivir sin su latir… psique hecha añicos… en esta partida de ajedrez extraña donde cada movimiento es un nuevo jaque hasta el jaque final, donde enrocarse no vale nada… vida ésta que se desliza entre tinieblas y luz, entre el miedo y la libertad…

  “sólo el que es libre sabe comprometerse, porque sólo el que es libre puede elegir y el compromiso es una elección que nos vincula a nosotros mismos a aquello a lo que, con nuestra libertad, hemos decidido comprometernos” 

esas palabras las dije hace mucho y es verdad, el miedo nos impide tantas cosas, solo el compromiso libre nos libera, compromiso con nosotros mismos y también con los demás.

Son tantos los muros que hemos puesto entre nosotros que la libertad que conocemos no es libertad. Es tanto el miedo que tememos a la libertad… por eso nos asusta el compromiso, el personal y el mutuo, porque ser libres nos obliga a ser responsables y ser responsables nos obliga a asumir un compromiso… por eso el miedo acecha, por eso florece la duda, por eso la angustia crece… ¿y dónde estás tú? ¿Dónde estoy yo? La libertad es un camino arduo y complicado que exige conocerse y atreverse, empezando por atreverse a dudar, soltar el amarre de todo lo que creemos cierto y atrevernos a dudar, también de nosotros mismos… existir más allá de lo meramente establecido. Ser libres exige un esfuerzo, un compromiso con la verdad, un dialogo continuo y profundo y eso, querido amigo, no pocas veces nos aterra, por eso llenamos nuestros días de cosas, de ruidos y acciones… porque escucharse en el silencio asusta, porque una voz que no es la nuestra, pero que nace de nosotros mismos, nos aterra porque sin la libertad, sólo nos queda el juicio y en el juicio, la condena y ¿tras la condena?, ¿la muerte?, ¿la eternidad?, ¿el vacío?¿la nada?, ¿la totalidad? Y así, amigo mío, volvemos a empezar… lo tuvimos todo, todo se volvió nada, la nada, tempestad, la tempestad en miedo, el miedo en caos, oscuridad… de en medio de ésta nació la luz, de la luz el cosmos, del cosmos la paz, de la paz el sosiego, del sosiego la libertad y a base de ser libres, nos nació el amor y en el amor, la libertad.

Querido lector, cuando me puse ante esta hoja en blanco no sabía de qué iba hablar, sólo quería sosegar mi alma atormentada, quería descansar, pues estoy harto de existir, cansado de errar, de dirigir mis pasos a ninguna parte y de no parar de caminar, pero ahora que te he escrito podría decir que me he vuelto a levantar, porque, como me dijo un día una amiga:

“Todo eso que encuentras en mí, es lo bello que tú contienes, tu alma, sencilla y profunda es inspiración”

Querido lector, si has llegado hasta aquí, gracias, a ti, seas quién seas.

martes, 16 de abril de 2019

Fuego en el corazón de Europa (Incendio en Notre Dame de París)


Las imágenes de la Catedral de Notre Dame de París en llamas han recorrido el mundo entero. La columna de humo, el colapso de su aguja, la flèche, y el fragor incandescente de las llamas nos dejaron boquiabiertos y atónitos a la casi totalidad de la humanidad. No existe forma de cuantificar la pérdida, no hay suma, por elevada que fuera, que pueda paliar lo que ya solo es ceniza…

Un símbolo de Francia, de Europa. Un símbolo de una época, patrimonio de la humanidad. Sobrevivió 800 años estoicamente, aguantó y vio desde su altura guerras, reyes, emperadores, revoluciones… nacer y crecer a Europa, antes, durante y después de su unión. Cual plaza fuerte ha resistido los devenires de la historia, cruenta tantas veces, hasta convertirse en un emblema, en un signo… devorado por las llamas y es que, no debemos olvidar, que todos, por fuertes y robustos, por importantes o emblemáticos, por grandes y poderosos que podamos parecer o llegar a ser, todos, absolutamente todos, somos finitos y por ende, podemos desaparecer.

Voy a permitirme, y perdóneseme el atrevimiento, hacer un símil entre la tragedia de la amada dama parisina, hoy de luto, y nuestra sociedad global tan asfixiada por múltiples llamaradas de diversos focos y con un artesonado, quizá, aún demasiado frágil a pesar de sus muchos años.

Expresión más reconocida, o tal vez reconocible, del gótico francés, la Notre Dame surgió, como tantas otras catedrales del momento, en plena Edad Media como respuesta a un cambio social, económico, religioso y cultural. En una sociedad de marcado espíritu rural y arraigada tradición feudal, nacía, poco a poco, una sociedad urbana que no se reconocía a sí misma en los parámetros tradicionales y un tanto oscuros que hasta entonces, y aún después, regía y gobernaba el occidente conocido. Los burgueses afloraron como nuevos individuos, más libres pero también más liberales, empezaban a reunirse en gremios especializados y en medio de una sociedad teocrática y teocentralizada surgía, en paralelo a las estructuras eclesiásticas de poder, núcleos de humanismo e iluminación. Atrás iba quedando, lentamente, el románico con sus muros gruesos y defensivos, las iglesias dejaban de ser castillos militares para convertirse en un espacio abierto, simbólico e irreal, donde la luz se convierte en el elemento estructural. El ser humano iba dejando atrás una noche oscura para ir, poco a poco, encaminando su propio camino hacia una sociedad diferente.

Un primer golpe de globalización se dio en Europa cuando, entre cruzados y peregrinos; canteros y artesanos fueron llevando por el vetusto continente su conocimiento labrado en piedra y trabajado en madera. El saber salía, de algún modo, de los monasterios a los caminos, aunque fuera para construir iglesias. Un mismo estilo, el gótico, nacía de las tinieblas y las cenizas del románico y una sociedad nacía de otra y comenzaba un cambio. El feudo dio paso a los totalitarismos, reyes hegemónicos con aspiraciones imperiales y territoriales que conformarían las naciones europeas a golpe de batalla. El campesinado empezó a acudir a las ciudades, dejando el feudo por el vasallaje, el capitalismo nacía en medio del cimiento de las grandes catedrales… la injusticia y la avaricia se entretejían a golpe de cincel y una sociedad protomoderna que trataba de dar sus primeros pasos. Era una sociedad cruel, desigual, un tanto decadente, donde una multitud miserable de personas de todo origen y edad vendían su fuerza de trabajo a cambio de un lugar en la sociedad, levantando, por un escaso precio, los emblemas del poder, emblemas construidos en piedra con el fin de ser eternos; altos, con el fin de alcanzar el cielo, límpidos con el único fin de impresionar, y el templo pasó de Dios a dios y poco a poco el Dios de los humildes y misericordiosos, dio lugar a un dios más fuerte, más tangible y más fácil de “amar” un dios que podía medirse y emplearse y que, si lo tenías, podrías mover montañas, un dios llamado capital, un dios poderoso capaz de cambiar voluntades a coste de libertad. El poder y el dinero ocuparon el lugar de Dios para hacerse dios en su lugar. Siervos del primero se dejaron seducir, siendo validos de reyes, siendo señores y príncipes, dejando el servicio al pueblo, para servirse del pueblo, cargando el fardo de la fe a los humildes, llenando de dios la casa de Dios, negando a la humanidad el derecho a conocer a Dios cometiendo atrocidades en nombre de un dios, diciendo que era en nombre de otro Dios…

Surge entonces el gótico como expresión de una sociedad que rechaza, o quiere rechazar, todo este oscurantismo. Un arte que es cultura, que es expresión de una vivencia, de un deseo, de un anhelo. De luz, de sobriedad, de mirar más allá. Nace como expresión de una verdad más profunda. Entre sillares y capiteles, los gremios de canteros dejan sus huella y su mensaje, todo el arte gótico está enervado de un doble mensaje, de un profundo humanismo, de una fuerza que, poco a poco, va poniendo al ser humano en el centro de una verdad, su propia existencia, existencia en la cual, por medio de la luz, el cielo mismo es ya parte de sí, rompiendo a golpe de vidriera la oscuridad de un régimen que se plegaba sobre sí y se cerraba, no dejando salir nada, no permitiendo entrar a nadie. El gótico se convierte en la expresión de la vida de una sociedad que está cambiando, una sociedad que se está encontrando consigo misma y que está a punto de despertar, una sociedad plural que empieza a relacionarse  y que se globaliza, que bebe de sus pasado para afrontar el futuro, que quiere renacer, como así hará pero que al mismo tiempo se fagocita a sí misma, porque el poder y el dinero son un premio codiciado y la injusticia y la miseria son el arma de control y ante el avance de la sociedad, siempre hubo y hay quien tiene intereses en que nada cambie, no sea que todos ganen y parezca entonces, que el que pierde, es él.

Los medievales temían sobre todas las cosas al fuego, por algo era símbolo del infierno. El fuego da calor, permite alimentarse, da luz, es vida… pero también es destrucción, muerte, tortura… En pleno siglo XXI este tan temido fuego ha sido quien ha hecho verdad el temor de 800 años, un incendio ha sembrado la destrucción de un símbolo, la cuasi desaparición de un signo, de un emblema. Con los 96 metros de altura de su aguja, ella, la Dama de París, ha estado ahí impertérrita casi un milenio fascinando a propios y foráneos, casi como una madre.

 Hoy, ante el dolor por la tragedia, ante la atónita mirada del mundo enmudecido ante el hecho tangible de la debilidad de lo que teníamos por eterno, no puedo más que preguntarme por esta Europa que hoy llora su recuerdo ¿Somos, tal vez, aún hijos de un tiempo antiguo del que no nos hemos sabido destetar? Es cierto que es un daño irreparable la pérdida de algo tan bello y tan sumamente importante, es nuestro pasado, pero también era nuestro presente… tal vez, ¿Es que no estamos preparados para nuestro propio futuro?

Europa ha avanzado mucho más en este siglo que el los 8 anteriores y no obstante, la sombra de un medievo confrontado y enfrentado, con luchas y aranceles, con irreconciliables fronteras, es una sombra que planea hoy más que nunca. La sociedad está cambiando y una nueva cultura surge en rededor de los núcleos del poder; otro pensamiento, otra forma de arte, otra realidad incide día a día. Hoy, como pasara entonces, una sociedad protoposcontemporanea empieza a despuntar entre la miseria y la avaricia, entre la desigualdad y la gobalización desmedida y malintencionada. ¿Es tal vez, el incendio de nuestra amada Notre Dame, un aviso de que, como toda madre, la que dio a luz a nuestra civilización, adolece de vejez, y es hora de emprender nuevos caminos? Descarbonizar Europa, vivir conforme a un estilo natural que respete el clima y el medio ambiente. Pasar de la caridad de los pudientes hacia los débiles a un modelo de solidaridad donde todos quepamos, alcanzar la igualdad, la equidad, la fraternidad… hacer verdad el espíritu de aquella época que encontró en el gótico su clímax, hacer del mundo el paraíso eterno, traer el cielo a la tierra, armonizar cada elemento hasta alcanzar la pureza de las estructuras, unas estructuras sociales que sean reflejo de la estructura catedralicia, donde todos conformemos una estructura bella, limpia, límpida, sencilla, austera, luminosa, más allá de lo meramente material, sino fijado en lo sensorial, donde el ser humano ocupe el centro de la acción del ser humano, do ut des, poniendo el enfoque en el presente, aprendiendo del pasado, para poder construir un futuro.

 Reconstruyamos Notre Dame, hagámoslo reconstruyéndonos a nosotros mismos, porque ¿De qué servirá una catedral que dure 1000 años, si la humanidad entera se condena antes? ¿De qué valdrá levantar en piedra el símbolo de nuestra cultura, si no aprendemos nada de ella?

Notre Dame nos deja un mensaje con sus cenizas, la eternidad existe y está en nuestra mano, el cambio siempre es bueno, avanzar es necesario. Es importante conservar, preservar, pero también crear. No existiría el gótico si hubiésemos cesado en el románico. A veces el progreso asusta, porque a veces avanzar supone soltar lo que tenemos por nuestro y por autentico para aceptar que sea de todos o que tal vez, pueda no ser verdad. Notre Dame un día fue una idea, un sueño, un proyecto y durante 800 años, una realidad. Hoy más que nunca es todo ello, un sueño, un recuerdo, una realidad, una dura verdad. Un proyecto, una ilusión… ¡reconstruyamos Notre Dame! ¡Reconstruyamos Europa!, salvemos Notre Dame salvando el mundo. Creemos cultura, avancemos juntos, seamos humanos, creemos humanidad.







lunes, 17 de diciembre de 2018

Herejes del Siglo XXI


El mundo sigue avanzando o al menos la humanidad continúa en su avance en el tiempo lineal en que se desplaza; siendo apenas una mota de polvo en el cronograma del universo pero creyéndose en todo y de todo su centro.

La humanidad sigue avanzando, se supone, y las cosas que ayer creíamos vencidas, casi erradicadas, parecen volver a asomar en medio de una tempestad en la que el ser humano es el único responsable.

Las antiguas diferencias de las que el ser humano era presa hace no mucho, todo aquello por lo que se ha luchado, toda su evolución. Todo aquello por lo que mereció la pena dar la vida un día, parece que se esfuma a lomos de un viento que arrastra polvo del pasado y que, en medio de toda la modernidad, en medio de esta era del humano 3.0, de droides e inteligencia artificial, parecemos dispuestos a olvidar lo auténtico.

Hace no mucho, unos 500 años lo más, una fuerza entre lo humano y lo divino tenía la potestad de manejar el destino de los pueblos. La figura de Dios como centro de la existencia humana era un imperativo innegable bajo penas muy duras, en algunos casos, hasta de muerte. Irónicamente, esta religión que ahora impartía o tal vez imponía, su criterio y su doctrina a golpe de mandatos de obligado cumplimiento, llegando a permitir todo tipo de aberraciones en nombre de Dios, no hacía mucho que había sido tomada también por herética en el mundo romano y ahora, ahora que estaban en el poder, usaban sus mismas malas artes para imponer su criterio… sin duda un periodo de la historia del que aprender, nunca olvidar,  un capítulo del que pedir perdón, porque sí, se cometieron aberraciones, pero también es cierto que hace 500 años el nivel cultural, económico, el desarrollo social, no son comparables a nuestros días…

 El hereje era aquél que se atrevía a poner en duda lo que era dogma, norma, lo de obligado cumplimiento, aquello que se tenía por verdad inamovible, aquello dictado por la tradición y el magisterio, aquello que había sido fijado a fuego en piedra, todo aquello que el poder había limitado y que cuestionar suponía el delito de poder en duda el cimiento del poder mismo… no era una cuestión de fe, era una cuestión de estado y de poder.

El dios de entonces es el mismo que el de ahora y no me refiero al Dios con mayúscula que se entiende como el ser todo poderoso, no. El dios de hoy, como el de entonces, sigue siendo el poder, el dinero, ese dios que se ha enrocado entre religiones y poderosos para marcar la senda y el camino de todo y que se revela contra cualquier cambio que haga peligrar su estatus quo. Hemos cambiado las grandes catedrales por los centros comerciales, las grandes misas por los macro conciertos, las procesiones por las colas para pagar, los diezmos por guardar las apariencias, por las marcas, y en la cúspide de todo, siguen los mismos, siguen los poderosos, esos que marcan el camino de lo ético, lo normativo, lo aceptable, lo bueno, lo malo, lo aceptable… mientras crece su opulencia a costa de la miseria de la mayoría. Hemos cambiado la inquisición por el ostracismo, ya no colgamos sambenitos, pero marcamos al diferente y lo señalamos hasta el punto de someterlo, de desterrarlo, hasta el lugar de la muerte en vida, eso si no acaba en episodios de muerte real; ciber acoso, marginación social, bullyng, mobbing, burlas de todo tipo, humillaciones…

El mundo ha cambiado mucho, o tal vez no, la humidad sigue anclada en un pasado del que parece no querer salir y al que parece retornar constantemente, pero en cada época hay herejes que se atreven a optar por lo distinto, por pensar diferente, librepensadores que en vez de preguntarnos “¿por qué?, miramos a la vida desde el  “¿y por qué no?” humanistas, idealistas, que pensamos en el bien de la humanidad y a quienes la humanidad extingue, ¿la humanidad? O tal vez sus inquisidores... y es que, los herejes, ayer como hoy, somos molestos para los poderosos, sea cual sea la fuente de su poder.

Hoy como ayer existe un dios que es el dinero y una religión que es el capitalismo, su neófito  es el neoliberalismo y sus acólitos son los grandes bancos, empresas y fondos de inversión. Son unos pocos, “selectos” señores feudales que campan a sus anchas poniendo precio a la vida de individuos, colectivos e incluso a las economías de países enteros. Su dios es el dinero y su liturgia es amasar fortuna, sin importar el precio, siempre que el precio lo pongan ellos y el rédito caiga sobre sus cuentas. Nada les vale la vida del resto, para ellos nadie salvo sí mismo existe y cuando unos pocos, los herejes del siglo XXI, empezamos a hablar, nada les cuesta sembrar la discordia y el odio a cambio del terror, para después vender sus “soluciones” a problemas que ellos mismos han creado, mientras degradan un poco más al grueso de la sociedad. Su discurso sobre lo normativo, sobre lo lícito, sobre lo prudente, esconde su ansia por permanecer sentados en un trono que ellos mismo han cargado a espaldas de la mayoría, mientras hacen creer que sin sus migajas no hay salida a la miseria de la que ellos mismos nos someten.

Salarios bajos, patriotismos rancios, nacionalismos excluyentes, tradición y magisterio, que nada cambie, no sea que cambie todo y descubramos que en el fondo todos somos iguales, todos humanos, con derechos, con deberes, pero iguales. Hombres, mujeres, caucásicos, asiáticos, africanos, hindúes… heterosexuales, homosexuales, transexuales… cristianos, musulmanes, budistas, hinduistas, ateos… ante todo, humanos, libres, esa es la única verdad.

Los herejes de hoy, como los de antaño, somos simplemente eso, mujeres y hombres libres, libres para pensar y libres para actuar, respetando la libertad del otro y es ahí, en ese ejercicio de la libertad, donde los inquisidores siembran el terror, porque en el miedo no hay libertad, por eso este mundo vive esta época de miedo, de terror, de egoísmo, de maltrato, de acoso y opresión, en lo social, en lo laboral, en los personal, en lo sexual… el ser humano está viviendo como si la evolución hubiera dado al retroceso, y en vez de ser libres, nos estuviéramos volviendo atrás. El dialogo se ha cambiado por la amenaza, el amor por el erotismo, la economía por el robo, la política por el interés, la libertad por el  miedo… en definitiva, la vida por la muerte y es que, cuando el ser humano deja de ser el centro de toda conversación, cuando no vale la vida sino la producción, cuando a la vida de un ser humano, mujer, niño, niña, hombre, anciano o anciana, deja de valer por el simple hecho de ser humano, por hecho de existir, por el hecho de su propia vida, cuando todo tiene un precio, todo tiene un tiempo y por ende, todo tiene fecha de caducidad…

¡Humanidad maldita! ¿Quién te ha engañado? ¿Quién te ha puesto fecha de consumo preferente? Y tú ¿por qué te has dejado engañar? ¿Por qué te dejas consumir? No oigas a los profetas del odio que anuncian la destrucción del que es diferente, no desconfíes del que no es igual a ti… no cometas el error de Caín cuando despreció en su envidia a Abel por ser diferente aun siendo su hermano, no envidies lo que no conoces, pues no sabes lo que es. No oigas las voces que gritan violencia, no pongas tus manos al servicio de los que atentan contra el inocente, no tomes por culpable al que piensa distinto porque así te lo hayan dicho, no juzgues sin conocer. No seas un producto más en un mercado donde cada día hacen balance de perecederos, no creas esa nada que te venden con el fin de acallar tu consciente y silencia tu conciencia. ¡Despierta tú que duermes! ¿No ves que nos roban el presente e hipotecan el futuro? En el odio no hay respuestas efectivas, en la crispación no hay paz y sin paz no existen soluciones, no creas todo lo que te venden los profetas de esta religión pos modernista que manipula cada palabra para ajustarla a su beneficio a costa de la vida de los inocentes. No tengas miedo a ser distinto, no tengas miedo a pensar diferente, no temas expresar tu desacuerdo, no temas el rechazo, no censures tu dolor, no temas a la soledad, no temas ser autentico, sincero, no temas ser hereje en este siglo XXI, pues algún día habrán de reconocernos que si la paz fue posible, que si existió la tolerancia, si fuimos capaces del consenso, lo fue porque hubo uno, cientos de unos, que se atrevieron a ponerse en pie ante la gran asamblea  y decir NO. No a una norma que no era justa con ellos, no a un modelo que no reflejaba la realidad, no a la opresión del débil. Porque esto no quiere decir que haya que abolir lo ya existente, sencillamente es añadir en el libro lo que va surgiendo… ampliar las miras, despejar los horizontes, educar en la libertad, en la igualdad, en la equidad… dejemos ya esta idea arcaica del quitarte tú para ponerme yo y empecemos a aprender de nuestros errores en vez de relegarlos al olvido. Volvamos a descubrir lo que nos une, lo que nos hace únicos, lo que nos hace iguales, volvamos a la humanidad, a los derechos humanos, pongamos al ser humano en el centro de nuestro discurso, pasemos del moneycentrismo a antropocentrismo, aceptemos que existimos, que existes tú, que existo yo y que existimos en tanto en cuanto nos dejamos existir, nos damos espacio para desarrollarnos y que en este nosotros cada uno tiene su lugar, su espacio, su forma de expresión, su realidad, su libertad, su verdad intrínseca sin que ésta tenga por qué ser la nuestra a la fuerza, sino que ha de ser y es sin perjuicio de nuestra mutua existencia.

La democratización del pensamiento, la democratización de las ideas, la democratización de la riqueza, de las oportunidades, de la libertad, de la existencia, ha dotado a la humanidad de más en menos tiempo que en toda su corta historia. Hoy peligra esa democratización del todo a cambio de una relatividad que nada tiene de existente, que nace de la avaricia de unos pocos, que busca acabar con todo para todos teniendo todo para sí, pues un pueblo sin memoria es un pueblo sin cultura y un pueblo sin cultura, se puede someter.

Querido lector, si has llegado hasta aquí, enhorabuena, algo en ti te dice que las cosas no están bien, algo en ti te suscita al cambio, a ser libre… ¡no tengas miedo! Es verdad, los herejes no siempre tenemos buena fama, pero al final, detrás de cada hereje, ha surgido un cambio y de cada cambio, la evolución. Atrévete a ser hereje, a elegir, a decidir, a ser tú mismo, a pensar… atrévete a existir, a ser, a conocer a interpelar… atrévete a poner en duda todo, atrévete a ser tú mismo, tú misma a romper la norma, a crear un espacio donde crecer… y tú, querido lector, que sientes que encajas en este mundo normativo, si has llegado aquí, enhorabuena, abre tu mente, respeta que las distintas formas y las distintas normas pueden coexistir, que mi libertad en nada coarta la tuya, sino que la expande.

 

Hereje del siglo XXI, ¡¡¡¡sé libre!!!






miércoles, 29 de noviembre de 2017

Lesa Humanidad



El tiempo se ha convertido en el árbitro de un partido de un tablero en tablas entre el orgullo y la decadencia en que ninguna de las dos se quiere retirar y donde ambas son solo las cabecillas de una horda de maldad que se echó a suertes el mundo y hasta que no consuman por entero sus recursos no van a terminar.

 Los seres humanos, hombres y mujeres, han ido olvidando el horror que no hace tanto protagonizaron y mientras un puñado de juristas aún juzga sus crimines, por doquier surgen nuevas formas de opresión con una cara nueva y limpia que resulta del agrado, si no de su paternidad, de quienes dirigen el mundo; y así en nuestros días, en pleno siglo XXI, al igual que en el XV, los feudos de unos y otros se yerguen  mientras el hombre de a pie paga, aún sin poder, el peso de una fiscalidad mal repartida si no mal intencionada.


Lo público se esquilma y se deja morir en pos del interés de unos pocos mientras que la inmensa mayoría sigue sufriendo el peso de una ley que no hace justicia.

Dijo Martin Luther King que todo aquel que viendo una injusticia no hace nada para evitarla, comete la misma injusticia que no evita. En nuestros días son pocos quienes no vean la injusticia. Hace no mucho los medios de comunicación masiva nos alertaban de la venta de seres humanos como esclavos en Libia, hombres, mujeres y niños forzados a abandonar su vida para sobrevivir y que ante la apatía del mal llamado primer mundo, son vendidos a sus puertas mientras la justicia y el derecho debaten sobre lo inadmisible del hecho y continúan mirando hacia otro lado.

 Violencia de género, parricidios, violaciones, pobreza energética, deshaucios, pensionistas sin recursos,  salarios que no sacan de la pobreza a quien trabaja, familias sin luz ni gas en pleno invierno, trabajos indignos, jornadas interminables, padres que no pueden conciliar vida laboral y familiar, hijos que se van a la cama sin apenas nada que comer y sin poder casi conocer a sus padres que, en un intento por subsistir, se han convertido en un número cotizante que nada importa y a nadie preocupa. Pobreza, falta de medios, salarios bajos, trabajos precarios, carestía de la vida, hambre, indigencia… injusticias todas ellas que todos vemos y ¿qué hacemos para evitarla? Miramos a otro lado, nos quejamos pero sin hacer nada. Quienes gobiernan no tienen ningún plan de ayuda, nada con lo que salir a flote, los que más tienen no dan  y los que nada tienen no reciben, auspiciados por un sistema que prometió el bienestar y nos dejó en la calle con mucho que decir pero sin voz, amordazados, con un miedo irreal a perder unas migajas que ni siquiera nos dan pero que son el fruto del esfuerzo y la lucha que se hizo y que ahora gustan en quitarnos ante el silencio de muchos que no hacen nada para evitar la injusticia que ven y que por ende son artífices de la misma injusticia que se comete.

Los Derechos Humanos se han convertido en una suerte de código jeroglífico para el que parece no haber Piedra de Roseta; parece no ser más que un ideal de lo que deberíamos vivir la humanidad pero lo cierto es que son más los seres humanos que no tienen derechos, que los que los que disfrutamos de ellos, aunque aún haya mucho por recuperar.

 Hoy ya no son deportados, sino refugiados, hoy no son campos de concentración sino de estancia permanente, de desplazados, hoy ningún gobierno o estado mete en camiones a regiones enteras y las extermina, hoy es fanatismo, la migración, “deseos de una vida mejor” que no pocas veces se trunca en una muerte horrible en brazos del mar, en el desierto, de frío en las fronteras… y en el trayecto: violaciones, vejaciones, torturas, abusos de toda clase, muerte y asesinatos, todo, a las puertas de un primer mundo que ha cerrado sus ojos y su corazón a una verdad que clama más que sus políticas, pero que clama en silencio porque no tiene fuerzas para defenderse, sin políticas reales para poner fin a tanto dolor, acallando las conciencias a golpe de ONG y mientras este primer mundo en manos de unos pocos, cada vez menos, que van seccionando y absorbiendo todos los derechos, cambiándonos el nombre de cada concepto, de forma que sí, pero no, y sigamos tragando por hacer del mundo un mundo mejor, pero ¿para quién?

Polución, contaminación, aguas envenenadas, vertidos tóxicos, un planeta que se muere y que estamos matando… pero ¿a quién le importa? DINERO, sólo eso interesa, como ya cantara la afamada actriz Liza Minnelli en la película Cabaret, sólo eso importa y sólo él hace girar el mundo. Y es que el dinero cambia opiniones, compra conciencias, mueve razones… y es que todo tiene un precio, también, y como hemos visto, la vida humana, que ha sido puesta en venta, hipotecada y vendida en un macabro “Monopoly” donde unos pocos tienen las calles y el resto caemos en sus casillas y para colmo además les votamos cada 4 años, no sea que cambien las casillas y podamos tener gratis lo que antes tuvimos y que ahora pagamos por peor servicio, eso sí, privatizado.

Querido lector: supongo, imagino y espero que todo esto que te digo lo veas, que en cada párrafo te identifiques, porque ninguno, y digo bien, NINGUNO somos ajenos a todo cuanto está pasando, da igual el lugar en que te encuentres, no importa lo que estés haciendo o hayas hecho, sólo importa lo que estamos dispuestos a hacer para frenar esta locura de lesa humanidad que ha tomado un cariz legal casi legítimo y que va a destruirnos por completo. Tal vez un solo individuo no puede cambiar el mundo, pero sí puedes ayudar a quienes te rodean a abrir los ojos y una multitud despierta sí puede ser el eje sobre el cual se apoye la palanca que destape el crimen de esta humanidad que ha olvidado sus atrocidades y que las ha maquillado y renombrado para poder seguir llevando a cabo lo que nunca debió ocurrir. 





sábado, 25 de marzo de 2017

60 Años de Tratado de Roma ¿y ahora qué?

Durante esta semana en Roma se han celebrado los actos del 60 aniversario de la Unión Europea, una unión que en los últimos años no pasa por su mejor momento, una unión que parecía difícil en sus inicios y que ahora, en su edad adulta, parece un proyecto imposible.

  Sin ánimo de caer en eso que han venido a llamar el euroescepticísmo, profundamente convencido de la importancia y necesidad de ésta Europa Unida, quiero reflexionar acerca de este aniversario, 60 años de Unión que no siempre han sabido ser sinónimo de unidad.

  No es fácil tratar de Europa, su historia se remonta a milenios, no en vano la llaman el viejo continente. Durante siglos las guerras y los anhelos de unos y otros por conquistarla desde dentro la han ido fragmentando en un sin fin de reinos y estados que aún hoy pesan más que el todo y tras 60 años de Unión todavía hoy estamos lejos de la unidad deseada. La Unión nació de las ruinas de una Europa herida por la guerra, la necesidad de una paz duradera hicieron que un puñado de hombres aceptasen ceder y cesar en su "juego" del más fuerte en pos de un continente que no conociera fronteras, desde entonces un sin fin de tratados han buscado vertebrar un proyecto que nació en medio de la incertidumbre.

   Hoy echamos la vista atrás y nos parece mentira las barbaridades que este continente ha protagonizado y son esos mismos horrores los que debemos evitar. La Unión nació como el proyecto que debería llevar a la viaja Europa a una nueva era, una era de paz y libertad donde todos fuésemos una sola cosa, una idea naciente en las puertas de la globalización de un mundo que a través de la técnica ha ido perdiendo sus fronteras.

  El mundo había cambiado y quienes lo habían conocido sabían que el camino hasta entonces recorrido se había vuelto un callejón sin salida donde los muros habían frenado toda posibilidad de desarrollo, era el momento de dejar atrás el odio y la venganza, era momento de empezar de cero, de poner unos cimientos fuertes con muros que unieran en lugar de separar, era tiempo de construir una vivienda común con multitud de países pero un solo techo, un lugar donde todos tuviéramos cabida, más allá de la propia cultura, creencia, tendencia o ideal... 
  Hace 60 años unos pocos creyeron que era posible y a base de constancia se fueron abriendo camino en medio de las dudas, durante este tiempo no han faltado los malos entendidos, los desacuerdos, los temores, las incertidumbres, pero al final siempre triunfó el deseo de continuar hacia la unidad dentro de la Unión. 

 La casa fue creciendo y como en toda obra o reforma hubo muros que tirar y otros que edificar, hubo que ampliar infraestructuras y buscar lugares comunes en los que poder compartir el tiempo y el espacio. Lugares para el dialogo y ante todo, lugares para el entendimiento. No siempre es fácil convivir, los que venimos de familias numerosas o quienes hemos compartido piso lo sabemos, pero al final, un lugar común nos ha de llevar a comunicarnos, a crecer y  aceptar que los otros son distintos a uno mismo pero que también uno es diferente a los demás, pero que en la unidad de todos subsiste el poder ser uno mismo a la par que el otro continúa siendo y es lo que da capacidad para existir.

Llegaron nuevos miembros, la familia fue adquiriendo un carácter formal y se consolidaron sus instituciones, no todos llegamos con el mismo presupuesto por eso fue importante que todos fuéramos solidarios a la par que humildes. Llegó el tratado de Maastricht y con el tiempo el tan ansiado Euro y el proyecto europeo pareció vivir sus años más dulces, lo en sus inicios parecía casi la utopía de unos pocos podía al fin haber encontrado el camino adecuado y comenzaba a ser, a todos los efectos, una verdad tangible más allá de los papeles. Pero el mundo seguía cambiando, más rápido de lo que nunca había cambiado hasta entonces y la nueva Europa, aún a pesar de su corta edad, no estaba preparada para enfrentarse a sí misma.

  En nuestros días las palabras que más se oyen son crisis, recesión, deuda... palabras todas ellas revestidas de incertidumbre y en no pocas ocasiones contextualizadas de dolor y drama. Casi de la noche a la mañana todo parecía peligrar y como en toda familia hubo quien decidió abandonar el nido... no había sido fácil llegar hasta aquí y ahora parecía aún más dificil poder continuar, nuevos peligros aparecían al rededor de Europa, el techo común empezaba a tener goteras y el agua se iba filtrando en la casa desde diversos puntos, en distintas cantidades, algunos muros amenazaban ruina y lo peor de todo es que la casa aún estaba sin terminar.

  60 años desde que se inició de la Unión Europea, una Unión con unos principios claros y unos valores firmes que ha aportado  mucho a sus miembros pero una Unión golpeada por una crisis mundial que la ha tensado y puesto a prueba una Unión ¿actual?.

  Yo tengo 30 años, mis padres algo más que los años de la Unión, ellos han vivido mucho, nacieron en un país de posguerra en el senos de familias muy humildes, crecieron bajo una dictadura, conocieron el nacer de una nueva democracia y con su esfuerzo contribuyeron a la concreción de esta Europa nuestra, han trabajado duro para sacar una familia de 6 hijos adelante educando en base a la libertad, el respeto y la igualdad, cosas todas ellas de las que no disfrutaron en su juventud. Ellos han sido la vanguardia de una Europa libre. Ellos continuaron la lucha que a su vez empezaron sus padres, mis abuelos, que vivieron los años oscuros de una Europa convulsa, entre guerras y revoluciones que dejaron a España y a Europa en el estado lamentable de donde con esfuerzo llegó a salir... 

  La Unión Europea se fundamenta en dos pilares, el Tratado de la Unión Europea (TUE) y el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE) el primero de ellos recoge los principios y valores de la Unión donde se lee:

      La unión se fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de derecho y respeto de los Derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres. Son valores que deben ser respetados por cualquier Estado que vaya a adherirse a la Unión Europea. 

Si un país miembro viola esos valores puede ser sancionado e incluso (novedad Lisboa) puede retirarse de la Unión Europea. 

Es un texto breve pero lleno de contenido que, para mi generación al menos, es de lógica mayor y aplastante y que no obstante el ciudadanos de a pie, que no concibe una sociedad fuera de estos principios, o al menos, así debería ser, no percibe como real en su día a día. ¿Está la Unión Europea sabiendo velar por sus principios? ¿Son los Europeos auténticos depositarios de todo cuanto los principios fundamentales de la Unión expresan?

   Durante los años de la crisis el sentimiento general es que no. La igualdad y el respeto a los Derechos Humanos se han ido desdibujando en un sin fin de necesidades macroeconómicas que han ido minando la dignidad del ciudadano de a pie. El principio de solidaridad se ha ido trocando en el principio de economía y donde debía regir el Europeo ha pasado a regir el Euro. El hombre y sus derechos se han ido diluyendo y desde los agentes económicos y empresariales se ha ido pidiendo, poco a poco, la dignidad de hombres y mujeres en favor de los intereses de una economía donde la riqueza se privatiza y se reparte entre una ínfima minoría y la deuda se hace pública. La Europa que aspiraba a ser la Unión moderna de estados que diesen vigor a esta vetusta Europa se ha ido trastocando en sus principios y valores hasta convertirse en una extraña amalgama de feudalismo donde unos pocos poseen y el resto somos poseídos, a la par que somos desposeídos de todo aquello que con sangre, sudor  y lagrimas fuimos semabrando a lo largo de 60 años.

  Europa tiene vocación universal, de igualdad y de derecho, quiere y debe ser la depositaria de la justicia, pero Europa ha olvidado a su gente y está pasando de ser una madre a convertirse en una tirana. Jamás existirá Europa sin Europeos, de nada sirve abrir fronteras si no hay medios para traspasarlas, de nada sirve el Euro si no hay quien lo pueda utilizar... de nada sirven las alcancías llenas si los que las llenan no pueden subsistir. Europa se empobrece, los empresarios se niegan al dialogo y los prestamistas atenazan a los gobiernos que dan las deudas a sus pueblos mientras unos pocos devoran su pan y no les dejan ni las migajas... el trabajo ya no basta y quienes cotizaron con su esfuerzo solo reciben penurias... mientras que mi generación ve deshacerse entre sus manos un puñado de promesas para las que se han preparado, estamos preparados y dispuestos a poner en marcha esta Europa unida, pero sin herramientas adecuadas no hay nada que nosotros podamos hacer. Se nos dijo que eramos el futuro, pero se nos niega el presente y la nueva Europa envejece mientras sufre los achaques de la edad sin que haya nadie que pueda velar por ella porque se niega a ver que es tiempo de que otros tomen el rumbo.

  El trabajo ha pasado de ser un derecho a un privilegio y con ello la dignidad del ser humano ha pasado de ser un valor inalienable a convertirse en un lujo reservado a unos pocos. Los derechos fundamentales desaparecen y por la avaricia de unos pocos, muchos son los que se ven sin casa, sin trabajo, ¡sin comida! mientras nuestros semejantes se agolpan a las puertas de esta Europa sin rumbo sin que podamos dar respuesta a sus necesidades. 

¡¡¡¡EUROPA recupera tu camino!!!!, ¡¡¡¡EUROPA sé tú misma, vuelve a resurgir de tus cenizas y aléjate de quienes de ti solo quieren beber tu sangre!!!!. No olvides a tu gente pues sin ella no eres más que un almacén de viejas glorias, un museo, un anticuario, un trastero sin vida... el vago reflejo de un futuro prometedor que se volvió la sombra de un pasado terrible. ¡¡¡¡EUROPA DESPIERTA!!!! Escucha la voz de quienes en ti habitan y no el tintineo de las arcas que precisas llenar pues, a menos tienen los que en ti moran, menos pueden ofrecerte. No sea avariciosa de tus riquezas, no alardees de tu pasado mientras pierdes el presente y dejas a la nada el futuro porque si dejas que tus gentes caigan tú también caerás y con tus 60 años se te viene la jubilación y no habrá quien te sostenga. Prometiste bienestar a tus ciudadanos y sólo tienen cargas, ofreciste justicia y no tienen ni diálogo. Prometiste unión y se te queda en papel mojado.

  No, no quiero caer en el llamado euroescepticismo, no quiero cejar en nuestra idea de una Unión Europea, no puedo dejar de creer que este proyecto de paz y estabilidad es posible, pero de nada sirve creer y esperar si quienes tienen el mando no dan lugar a la esperanza, de nada sirve celebrar 60 años si no hay futuro en lo que tenemos 30. De nada sirve todo el camino andado si al final vamos a volver a un callejón sin salida lleno de muros insalvables, de nada sirve nada si no hay personas que vivan. De nada sirven los tratados si el ciudadano de a pie se siente traicionado, si toda la estructura social se desmorona y la riqueza no se reparte. De nada sirve ser una potencia mundial si el precio es renunciar a los principios y valores, si por la codicia vamos todos al fracaso.

  60 años de Unión Europea y el viejo continente se sume en las nieblas de un pasado a dos velocidades cuyo combustible es el capital humano sin humanidad y cuando el hombre no tiene nada que perder porque ya no puede ganar nada, lo último que pierde es el miedo. Si continuamos dejando que crezca la desesperación, si continuamos gestando un proyecto desigual, si continuamos cediendo a lo económico sin pensar en las personas, la Unión se verá apocada al fracaso más rotundo y el hombre exigirá justicia y sin herramientas de justicia al servicio de todos, no tardarán las manos desnudas en alzar sus puños para exigir su libertad.

  Hoy Europa enfrenta su momento más delicado, es hora de recapacitar, de escuchar más al otro que a uno mismo, de pedir esfuerzos también aquellos que más tienen, porque el que ya no tiene ni para tener miedo no tiene más que dar. Si se explota un campo fértil pero no se abona su tierra, la tierra queda estéril, como estéril se queda nuestra sociedad.

  Estas son solo las lineas de un hombre de 30 años que cree y espera en el presente vivir un futuro para el que se ha preparado, que quiere poder cosechar lo que sus padres plantaron en la tierra que su abuelo aró con el fin de poder abonar la tierra recibida y dejarle a los que vengan un campo sobre el que trabajar, lejos de los campos devastados y regados con sangre donde un deseo de Paz, Justicia e Igualdad nació como respuesta y fin a tanto odio. 60 años no son muchos, 100... quizá, pero si no volvemos a poner el ojo en las personas otros 60 años no habrá y no habrá servido para nada todo el camino emprendido; el futuro nos juzgará como aquellos que emprendieron un camino que no alcanzaron terminar y que les dejaron una Europa sin sentido en un mundo baldío, con un proyecto bueno, que a fuerza de Euros, lograron arruinar.

  Querido lector, seas quien seas, sólo quiero que sepas que todo es posible, que todo es empezar, que tenemos mucho que dar al mundo y que quiero contar contigo para hacer las cosas nuevas, diferentes, útiles, justas, veraces. No tengas miedo de gritar lo que es autentico, no temas pedir lo que es justo, no dejes que nadie te quite la dignidad, porque no es tu sueldo, tus estudios, tus ahorros o tu trabajo lo que te dignifica, eres tú por el hecho de existir y existiendo tú dejas que el otro exista y siendo tú dejas que todos sean, siendo como son, cada uno en su país, en su cultura, en su tendencia, en su circunstancia, pero todos bajo el mismo techo. Otra realidad es posible pero solo si la hacemos posible. ¡¡¡¡No tengas Miedo!!!!