Un viaje al interno

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Un descenso al corazón

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Cantos de Sirena

   A veces es curioso como el hombre tiende a su propia desctrucción casi como en una dulce melodía... Quizá a esto se referian los antiguos griegos cuando en su mitología nos hablaban de los cantos de sirena que nos conducen a una necesaria catastrofe...

   En nuestros días a nadie se le ocurriría pensar en sirenas como las que nos cuentan los mitos, no obstante, de algún modo, en cada cual de nosotros, un canto de sirena nos porrumpe y obnubila, vistiendo de inconmensurables encantos aquello que es, a todas luces y en verdad, el peor de los castigos. Es la eterna lucha entre el bien y el mal, entre lo real y concreto y aquello que no son más que sombras... la eterna confrotantción entre virtud y tentanción, entre lo bueno, lo aceptable y lo deplorable.

  Nuestra sociedad no es agena a esta lucha, ya que nuestra sociedad está formada por cada uno de nosotros y en cada cual de nosotros está esta lucha que se hace real y palpable a cada instante, vestida con la sutileza de lo cotidiano. Puesto ante nosotros en bien y el mal y la capacidad libre de decidir, hemos de afrontar este "sino" diario.

    Partiré de la base, y así quiero entenderlo y siempre lo he creido, de que el hombre, en sí mismo, no es malo, no obstante, tiene una cierta inclinación natural a la comodidad y al placer que pueden terminar de guiarlo a veces a aquello que no siempre aceptaría como autenticamente bueno. En el momento adverso de la decisión, ésta inclinación ejerce su fuerza cual cuanto de sirena... En la larga travesía de la vida, no son pocas las veces que, yendo a la deriva, quizá sin fuerzas, los grotescos y afilados acantilados se visten de una magica esencia... y aquellos que nos supondría una muerte a nivel óntico y profundo, se nos presenta como la más dulce de las opciones. Cierto es, sin duda, que no pocas veces, para llegar a puerto es necesario pasar por tales acantilados, desfiladeros, en  ocaciones, con el viento en contra. La confrontación, la tentanción, la insinuación, la natural inclinación citada, no es en sí mala, pues nos demuestra quién somos al demostrarnos y darnos a conocer nuestra propia debilidad. Todas estas cosas, como digo, no son malas, siempre y cuando no nos haga perder el control y el rumbo y nos afiancen más en nuestra posición de comandantes en jefe de la nave de nuestra propia vida.

    La fama, el poder, el placer, el sexo, la diversión, las sensaciones adrenalíticas... tantas cosas como nos brinda la vida, la comodidad, el lujo, todo, puede ser un paso necesario, o un naufragio seguro... todo depende de cuanto caso hagamos al embelesador canto que nos llega y que nos dice que sólo con eso y de eso habremos de encontrar la felicidad... y es que hemos de aprender que la felicidad ha de ser hayada en sí misma, en sí misma y en nosotros, sin necesidad de ajentes externos...  pues sólo el que es capaz de reconocer en sí su propia felicidad, es capaz de ser feliz... porque pasará la fama, caerá el poder, sucumbirá el sexo y hasta la misma vida perecerá presa del tiempo... pero sólo aquello que hayamos aprendido acerca de lo eterno, del amor, la amistad, el honor, sólo aquello que hayamos conseguido dejar en los otros de nosotros miosmo, sobrevivirá a nosotros mismos...

   Nuestra sociedad, desalmada y progresita, a olvidado que tras los muchos placeres, no siempre está la mucha vida, llegando explotar y oprimir, hasta el punto de llegar a obviar y omitir a no pocos cientos de miles de seres humanos... en un nuevo genocidio, cuya arma es la omisión y supresión y cuya empuñadra es la indiferencia. Aprendamos donde está la sabiduría, donde la verdad, la vida... aprendamos dónde el amor, donde la ternura, donde la sutileza que conduce a la misericordia, y aprenderemos dónde está lo eterno, donde lo real... tengamos firma el timón en nuestras manos y guiemos nuestras vidas más allá de los cantos de sierenas... sin olvidar tras de nosotros en nuestra travesía a aquellos que tal vez ya naufragaron, y que son sus gritos ahogados, a veces callados, piden aún una mano amiga que los saque de lo profundo de las aguas... 






   

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