Un viaje al interno

Un viaje al interno
Un descenso al corazón

martes, 3 de septiembre de 2013

Septiembre


 Lento y firme se escapa por poco el último aliento de agosto y como perezoso, cansado, declina y se deja entre ver, tenue y otoñal, septiembre. Pasa el calor del verano, pasó el verdor de la primavera... atrás quedó el invierno... pasó marzo con sus vientos, abríl con sus llovidnas, mayo con sus flores y agosto, se termina aquí. Blanqueó ya el campo, se acabó la siega y entre la temprana bruma, cuando aún hay fresco, el viñador sale a recoger la vid. El olor del campo, de la tierra, del mosto pisado en el lagar... la alegría del que cosecha, el descanso del que recoje lo que con dolor hubo de sembrar, la fatiga recompensa del que sabe esperar.

   Septiembre, sí, un año más, un año más y un año más del todo diferente. Todo tan igual y sin embrago, todo tan distinto... ¡septiembre que vienes, que te irás, que lo acabas todo y todo dejas por empezar!... se acortan los días, se enfrían las mañanas, se marchita la hoja y cae... comienzan los frutos del castaño, del olivo... extraño mes éste, que pasa indistinto, sin ser indiferente.

   Tal vez hoy más que nunca vuelque entre mis letras mis más profundos sentimientos y es que para mí, septiembre, marca siempre un antes y un después, a la par que es una extraña continuidad... como si aquí y no en diciembre, se acabase el año, como si aquí, volviese a empezar, y a la vez, como si siemplemente, todo continuase. Es en estos días cuando, después de haber vagado todo el verano por los distintos lugares, volvemos al que es nuestro lugar, volvemos al lugar que corresponde al corazón... como si en septiembre volviesemos a la tierra, a ser conscientes de ella... llega septiembre y yo me pregunto ¿dónde estás? ¿cuá es tu sitio, cuál tu lugar? y toca hacer balance de tantas cosas como hemos visto florecer tras un invierno de latencia, una primavera llena de vida, un verano caluroso... ahora... el árbol da su fruto, le hierba ha dado su semilla... la tierra queda valdía, desnuda... los árboles se despojan, las aves, se van... y la semilla vuelve esperar su tiempo.

   Así la vida pasa sus ciclos, sus primaveras, sus veranos, sus otoños e inviernos y septiembre es siempre ese punto de inflexión... Qué frutos dimos, qué recogimos, cuales sembramos, qué debemos esperar, qué trabjamos en nuestra tierra... si debemos o no tener un barbecho o si quizá, sea mejor rotar. Si supimos abonar, si supimos retener la lluvia o si nos hemos dejado erosionar... septiembre es el momento de ver. Tal vez en tu alma haya habido un incendio, tal vez el pedrisco en el último momento acabó con todo... tal vez las lluvias torrenciales se llevaron la tierra, quizá la cosecha no fue buena, quizá se te pasó abonar... el alma, como un huerto, la hemos de regar, cuidar y mimar...
   A mí septiembre siempre me invita a recapacitar sobre cuán de tierra somos y que a ésta habremos de volver, que tan sólo de nosotros depende como esté este alma en que habitamos y que nos hace ser... y dirás, querido lector, todo esto ¿qué es? si has llegado hasta aquí te felicito.

   Otra vez es septiembre, otra vez todo llega a su final, las últimas cosechas se recogen, y tú, ¿dónde estás? ¿qué fruto ha recogido, cuál vas a guardar, cuál será el que plantes, de cuál te alimentarás... con cuál harás negocio, con cuál te quedarás? dime amigo ¿cómo está tu alma, esa tierra en la que estás? está en barbecho, está segada, está por vendimiar... espera paciente el vareo olivo y alma ha de saber esperar...

   Septiembre, el mosto, la alegría, el vino, el trigo, la cebada... la fiesta la vendimia... el comienzo y el final... el alma alegre que ve sus frutos, que se prepara, un ciclo que acaba lentamente, un invierno que asoma ya... y el alma como la tierra acaba y comienza... en septiembre está.










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