Querido lector:
Desde hace
poco más de un mes el mundo que conocíamos se ha parado, en cierto modo, ese
lugar que conocimos como nuestro ya no existe, porque aunque exista en sí mismo,
su contenido ha cambiado, o al menos, está empezando a cambiar en una suerte de
metamorfosis forzosa, como la oruga que se encapsula hasta el punto de dejar de
ser lo que es para convertirse en que quien debe ser.
La última vez que me puse ante ti en este espacio que nos une a pesar del
tiempo y el espacio que nos separa, fue justo antes de que se cerrasen las
puertas de la calle, en aquel momento te
invitaba a ver las cosas desde un ángulo
diverso. En aquel momento, si bien podíamos intuir lo que se nos venía, no podíamos
entender lo que suponía, y es que la vida se vive siempre hacia delante y se
comprende hacia atrás, por eso, en aquel momento, hablábamos de renovarse o
morir.
Un mes más tarde, encerrados, toca hacer
balance, por eso hoy, querido lector, me pongo ante ti en esta hoja en blanco
para escapar por un instante de este encierro y hacer una ruta que nos conduzca
a nosotros mismos para poder así llegar a los demás, convirtiendo ese lugar de
nosotros mismos en un lugar de encuentro universal con todos, conscientes, en esta
metamorfosis, de que todos somos uno, de que todos somos una sola verdad, una
sola realidad.
Un mes a
puerta cerrada, un mes de arresto domiciliario, un mes de muchas sensaciones y
emociones para las que no siempre estamos preparados. El miedo, la soledad, la
ansiedad, la angustia, la melancolía… hambre y sed de abrazos, de contacto, de
besos… de miradas cómplices, de silencios eternos llenos de palabras ahogadas
en un discurso que jamás se producirá… Son todas esas cosas, pequeñas cosas que
en nuestro día a día damos por sentado y que hoy, ahora, se vuelven más
importantes, más intensas, más necesarias… por eso, en este instante, querido
lector, párate y respira, respira hondo y siente como tu pecho se llena del
aire que tanto tememos nos falte y empieza a dejar que tu mente se pare y tu
consciencia, tu razón, descienda y se acerque al centro de tu propia vida, a
ese lugar que llamamos corazón… ahí estás, es un lugar privilegiado de ti mismo
donde pocas veces entramos y menos aún,
lo dejamos visitar. Pero ahora que todo falta, es el único sitio al que podemos
ir, más allá de nuestras propias fronteras, y allí, en medio de ti, de nosotros
mismos, deberá ser donde nos encontremos.
¡Cuántos
sentimientos! Resultan innumerables, cuánto
amor por dar, pero también por recibir, en medio de este encierro ¿Me permito
amar? ¿Me permito ser amado? El corazón es un castillo inexpugnable, pero como
todo castillo que se precie en el imaginario colectivo, dispone de foso, pero
también de puente levadizo. En estos días en que los muros físicos se han
impuesto, también los muros mentales se alzan, poniendo en jaque todo aquello
que teníamos por cierto, entonces, cuando todo lo que es deja de ser y todo lo
que era ya no existe ¿Quién soy yo?
El momento actual es un momento intenso. Se ha
revelado, de forma fehaciente, la verdad de la existencia, que no es más que la
soledad del hombre, del ser humano, su debilidad y su inexorable viaje hacia la
muerte, donde todos llegaremos y a donde iremos solos, por acompañados que
lleguemos al límite de la vida. Llegados a ese umbral, a ese castillo nos
tocará entrar solos.
¿Qué sentido
tiene la existencia si sólo acaba en la muerte? Quien tiene fe, en su fe
encuentra la esperanza, quien no, en el hecho de encontrar el fin de todo, de reposo
le sirve, aunque en todo caso a la razón, la muerte le parece un sin sentido,
pero ¿y mientras vivimos?
Hemos crecido
al amparo de una sociedad que nos ha entrenado para ser útiles, meros eslabones
de una cadena de montaje, peones en una
super producción donde sólo vales en tanto en cuanto generas y donde solo
existes si puedes rentar… nada que no produzca tiene sentido, nada que no dé
beneficio tiene cabida, nada que no sea alcanzar más producción tiene sentido,
sea al precio que sea… entonces ¿ahora? Estamos ante un momento en que nada es
lo que parecía, nada puede seguir funcionando como funcionaba, ahora nada de
cuanto conocimos existe y poco hay en nuestras manos para poder adaptar el sistema,
desfasado y sin sentido a las necesidades reales de la humanidad actual… el
imperio cayó, el capital ha colapsado, ahora quedan dos opciones, apostar por
el hombre, por el ser humano, por la sociedad, por la justicia y la igualdad,
o, por citar un ejemplo que todos conocemos “que empiecen los juegos del hambre”
La oruga, una vez nace, arrasa con todo a su
paso en su frenesí desmedido por crecer, hasta que, llegado el momento, sin
saber por qué ni como, algo le obliga a cejar en su frenesí de gula y tomando
por refugio lo que antes fuera su alimento, crear de sus propias entrañas un
capullo y encerrarse en él, diluirse y desaparecer para volver a nacer, para re-existir,
esta vez, ya no estado larvario y casi repugnante, sino con una apariencia
nueva y renovada, con su peculiar belleza, esta vez, para dar vida. Me gustaría
pensar que la sociedad ha llegado al final de su estado larvario y que, tras su
forzada metamorfosis alcanzará un estado adulto en que sepa equilibrar sus
existencia, alcanzado en sí una belleza que, por efímera que sea, pues igualmente
vamos a morir, resulte de exquisita utilidad, pues, tras su estado larval,
donde destruye para crecer, ahora, como mariposa, poliniza, engendrando fruto.
Querido
lector, mientras esto pasa, mientras seguimos un día más con la esperanza de
que sea un día menos, quiero invitarte a la reflexión, a la metamorfosis del
alma y de la mente. Desde esta ventada de internet, desde este nudo en la red
de redes, te invito a tomar aire y experimentar como tu pecho se colma de vida,
siente como tu corazón late en tu pecho, siente como el oxigeno llega a cada célula
de tu ser, pum, pum, pum, sístole y diástole de vida a golpe de pulsación… ¡Siéntelo,
estás vivo! eres libre, aunque estés encerrado, date un momento para sentir la
ira, el temor, el miedo… el dolor, la pena, la angustia… no huyas de todo ello,
deja que el terror te alcance y te sumerja en la oscuridad de la noche más
profunda, siente el terror de la tormenta, llora, si es que puedes, grita si lo
necesitas… déjalo fluir…
Siente ahora
la paz, la calma, la tranquilidad, la nada… siente la quietud, siente el amor…
ahora, toma aire nuevamente y deja fluir todo, exhala con tu aliento todo eso
que no te deja avanzar y vuélvete a ti mismo, mírate, ahí estás, solo, en
compañía pero solo, como la oruga en su capullo o la larva en el panal, uno de
tantos, pero solo y en ti todo un cosmos de vida, si tu no existieras nada existiría,
porque, querido lector, nada es casual, ni que yo ahora escriba estas líneas, ni que tú las estés leyendo, ni que, en este u otro momento, de uno u otro modo,
los dos estemos encerrados, separados y al mismo tiempo unidos en la eternidad
de las palabras… porque ahora que me lees yo soy tú qué estás leyendo, a la vez
que tú eres yo mientras escribo, en esta danza de sensual inapariencia donde
nada es, nada existe y todo pasa entre el silencio de mi voz y el callar de mis
palabras.
Querido
lector, una vez más, si has llegado hasta aquí, enhorabuena, un día más hemos
cambiado el universo entero en un instante. Rotos el tiempo y el espacio hemos
compartido un viaje eterno hacia la libertad, esa que solo está en nuestra
mente y nuestro corazón. Hagamos esta senda que nos conducirá hasta la libertad
de los que ya no temen nada porque en sí lo tenemos todo, aquellos que ya no
tememos ni a la muerte porque sabemos que en la vida nada nos es prohibido y en
la muerte nada nos es negado, salgamos del encierro del alma ahogada por el
miedo constante, aunque sigamos en confinamiento, pues, la libertad no está
solo en quienes corren, sino en aquellos que, aun encerrados, nos atrevemos a volar.