Sin duda es una expresión que
hemos oído mucho, es incluso muy probable que la hayamos usado, unas veces para
decírsela a alguien y otras veces como una conclusión de nosotros para nosotros
mismos cuando, ante una adversidad, no nos ha quedado más remedio que adaptarnos,
evolucionar, entonces nos damos cuenta de que no hubo más remedio, era
renovarse o morir.
La historia de la humanidad está jalonada de renovaciones constantes,
forzadas, forzosas y fortuitas, esas que con el tiempo hemos venido a llamar
evolución y que no son más que un compendio de errores aleatorios y de
mutaciones azarosas que han desempeñado una vital diferencia en nuestra
existencia como especie pero también como individuos.
En los días que corren se ha vuelto
a despertar el viejo, por no decir ancestral temor a lo desconocido, de ahí que
afloren los bulos, en las llamadas “fake news”, una suerte de “medias verdades,”
cuando llevan algo de verdad, sesgadas y manipuladas y una batería de mentiras
malintencionadas que buscan sembrar la duda y lo que ésta conlleva, el miedo, y
es que el terrorismo, es un arma usada por la humanidad desde tiempos
inmemoriales... y hay muchas formas de practicarlo.
En lo más profundo de la
conciencia del hombre está codificada su necesidad biológica de existir, el
instinto de supervivencia. En lo más hondo de su mente el de perdurar, incluso,
si hablamos del alma, el de trascender, por eso aquello que nos conduce a lo
desconocido nos aterra, porque al final, lo único de lo que estamos seguros es
de la muerte, conocida de todos, desconocida para todos, por eso estamos
seguros, no tanto de ella, sino de que nadie vuelve una vez cruza ese umbral,
por lo que nadie sabe qué hay, si es que hay algo, al otro lado... no voy a
entrar en las promesas de eternidades, o en las certezas de la ausencia de
éstas, ni en reencarnaciones, ni en trasverberaciones que nos conduzcan a otros
mundos o posibles universos, eso, será otro día.
En los días del coronavirus queda
muy de manifiesto todo esto, el temor, la duda, la floración de mentiras, la
histeria colectiva, el temor a poder ser uno de los pocos, por muchos que sean,
que no sobreviva, como si la vida estuviera garantizada fuera de este hecho…
pero ahí está, llamando a la puerta de la humanidad. Un virus, no es la primera
vez ni es la única amenaza que el microcosmos nos tiene reservada, existen
cientos de bacterias resistentes a antibióticos que puede acabar con nuestra
existencia en un breve lapso, incluso, si estamos sanos, pero no hemos puesto
el foco en eso, no al menos de momento, o no de forma tan recurrente, no, pero
sí en este virus, que como otros antes, viene a parasitar nuestro organismo y
si en su afán depredador ha de masacrarnos, no va a dudar en hacerlo.
¡Cuántas veces el hombre ha hecho
exactamente lo mismo! A las puertas de Europa, en sus aguas, en este mare
nostrum, a diario, mueren seres humanos, sanos, huyendo de la miseria, del
depredador humano, má
s grande que un virus y también más letal.
Renovarse o morir. ¿Tal vez es el
momento en que la humanidad debe empezar a plantearse su existencia en la
tierra como especie preeminente y parasitaria de todo sistema de vida y empezar
a vivir de un modo no tan caduco? ¿Es tal vez este el momento de renovarse como
especie, como sociedad, como cultura… o morir?
El planeta ha llegado a su tope, la humanidad
ha alcanzado metas estratosféricas en su afán de renovarse, tanto que ha
llegado al punto de empezar a ser responsable de su propia destrucción. Los
sistemas que inventamos para protegernos son los que han empezado a fagocitarnos en un caldo de cultivo fatídico que
se va calentando tan levemente, que el día que hirvamos, habremos muerto casi
sin darnos cuenta.
¿No será, tal vez, tiempo de
desmontar lo establecido y empezar a caminar hacia lo desconocido, aún a pesar
del miedo? ¿Qué le pasa a nuestra sociedad para que una parte de ella huya
despavorida de la diversidad, de la libertad y del respeto mutuo?
Es renovarse o morir. No pocas
veces hemos llegado a esta encrucijada a lo largo de la historia y no pocas
veces hemos optado por morir, o más bien por matarnos: delitos de odio, terrorismo, guerra, bulling,
abusos de toda índole y todo para mantener un sistema caduco, por no decir
caducado, que hace tiempo que expiró y cuyos últimos estertores aún resuenan… pero si no enterramos el cadáver
de esa sociedad ya extinta, si no nos renovamos, si no nos abrimos a la
diversidad de una nueva era, tal vez la podredumbre del pasado hará con
nosotros lo que nosotros mismos hemos hecho a nuestra tierra.
A lo largo de la historia han
sido muchas las extinciones masivas, también las endémicas, incluso entre los homínidos…
¿qué nos ha hecho creer que no podamos ser la próxima especie en desaparecer? Tal
vez, estamos optando por morir.
Querido lector, como bien sabes,
no soy doctor, ni soy filosofo, ni científico, ni hombre de grandes hazañas, sencillamente soy un hombre, un pobre hombre,
un caminante de esta vida, un observador de este universo que somos cada uno de
nosotros y todos juntos, un punto en medio de la constelación humana, una
brizna de polvo en la galaxia de la humanidad pero parte de ella y como tal,
parte de su problema ¿podremos ser la solución?
La necesidad de la autocrítica,
profunda y responsable, propia y colectiva, es acuciante en los tiempos que
vivimos, máxime en los que aún han de venir. El mundo está cambiando, toca
renovarse o morir, tal vez creas que tú solo no haces nada, pero piensa, una sola malformación en la codificación cromosómica
de un ser, supuso una mutación en toda una especie… ¡atrevámonos a mutar! mutemos nuestra forma
de ver, de pensar, de actuar. Atrevámonos a cambiar la forma en que miramos,
vemos, oímos y escuchamos; la forma en que acogemos, recibimos y percibimos cuanto nos rodea y a
quienes nos acompañan. Renovémonos ahora
que aún vivimos, porque al final, todos hemos de morir, pero no necesariamente
hemos de dejar de existir.
Si has llegado hasta aquí,
querido lector, te felicito, tal vez ya
estés mutando, tal vez has encontrado la
piedra filosofal de la alquimia que es el secreto de la vida abundante, esa que
no da lo material, esa que sólo experimenta quien se arriesga, quien muta,
quien a pesar de tener plomo entre los dedos alcanza a transformarlo en oro. Si
has llegado hasta aquí, enhorabuena, cuestiónate, revélate contra ti mismo, ten
el valor de dudar, de soltar todo lo que has tenido como cierto y vuelve a
empezar, vuelve sobre tus pasos, aprende a desaprender lo aprendido, recupera
tu capacidad de sorprenderte, acepta que tal vez no tengas razón y que no hay
nada de malo en ello, aprende del que es diferente, no rehúyas del que es
distinto, conecta con todos y así podrás encontrarte contigo mismo, porque en
cada uno de nosotros late una misma vida por lo que a más sepamos comprender,
más nos comprenderemos y viceversa.
No temas empezar, renovarte, porque la vida
es eso, renovarse o morir.
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