Un viaje al interno

Un viaje al interno
Un descenso al corazón

sábado, 18 de abril de 2020

Metamorfosis del alma

Querido lector:

Desde hace poco más de un mes el mundo que conocíamos se ha parado, en cierto modo, ese lugar que conocimos como nuestro ya no existe, porque aunque exista en sí mismo, su contenido ha cambiado, o al menos, está empezando a cambiar en una suerte de metamorfosis forzosa, como la oruga que se encapsula hasta el punto de dejar de ser lo que es para convertirse en que quien debe ser.
 
   La última vez que me puse ante  ti en este espacio que nos une a pesar del tiempo y el espacio que nos separa, fue justo antes de que se cerrasen las puertas de la calle, en aquel momento  te invitaba a ver  las cosas desde un ángulo diverso. En aquel momento, si bien podíamos intuir lo que se nos venía, no podíamos entender lo que suponía, y es que la vida se vive siempre hacia delante y se comprende hacia atrás, por eso, en aquel momento, hablábamos de renovarse o morir.

 Un mes más tarde, encerrados, toca hacer balance, por eso hoy, querido lector, me pongo ante ti en esta hoja en blanco para escapar por un instante de este encierro y hacer una ruta que nos conduzca a nosotros mismos para poder así llegar a los demás, convirtiendo ese lugar de nosotros mismos en un lugar de encuentro universal con todos, conscientes, en esta metamorfosis, de que todos somos uno, de que todos somos una sola verdad, una sola realidad.

Un mes a puerta cerrada, un mes de arresto domiciliario, un mes de muchas sensaciones y emociones para las que no siempre estamos preparados. El miedo, la soledad, la ansiedad, la angustia, la melancolía… hambre y sed de abrazos, de contacto, de besos… de miradas cómplices, de silencios eternos llenos de palabras ahogadas en un discurso que jamás se producirá… Son todas esas cosas, pequeñas cosas que en nuestro día a día damos por sentado y que hoy, ahora, se vuelven más importantes, más intensas, más necesarias… por eso, en este instante, querido lector, párate y respira, respira hondo y siente como tu pecho se llena del aire que tanto tememos nos falte y empieza a dejar que tu mente se pare y tu consciencia, tu razón, descienda y se acerque al centro de tu propia vida, a ese lugar que llamamos corazón… ahí estás, es un lugar privilegiado de ti mismo donde pocas veces entramos  y menos aún, lo dejamos visitar. Pero ahora que todo falta, es el único sitio al que podemos ir, más allá de nuestras propias fronteras, y allí, en medio de ti, de nosotros mismos, deberá ser donde nos encontremos.

¡Cuántos sentimientos! Resultan  innumerables, cuánto amor por dar, pero también por recibir, en medio de este encierro ¿Me permito amar? ¿Me permito ser amado? El corazón es un castillo inexpugnable, pero como todo castillo que se precie en el imaginario colectivo, dispone de foso, pero también de puente levadizo. En estos días en que los muros físicos se han impuesto, también los muros mentales se alzan, poniendo en jaque todo aquello que teníamos por cierto, entonces, cuando todo lo que es deja de ser y todo lo que era ya no existe ¿Quién soy yo?

 El momento actual es un momento intenso. Se ha revelado, de forma fehaciente, la verdad de la existencia, que no es más que la soledad del hombre, del ser humano, su debilidad y su inexorable viaje hacia la muerte, donde todos llegaremos y a donde iremos solos, por acompañados que lleguemos al límite de la vida. Llegados a ese umbral, a ese castillo nos tocará entrar solos.  

¿Qué sentido tiene la existencia si sólo acaba en la muerte? Quien tiene fe, en su fe encuentra la esperanza, quien no, en el  hecho de encontrar el fin de todo, de reposo le sirve, aunque en todo caso a la razón, la muerte le parece un sin sentido, pero ¿y mientras vivimos?

Hemos crecido al amparo de una sociedad que nos ha entrenado para ser útiles, meros eslabones de una cadena de montaje, peones en  una super producción donde sólo vales en tanto en cuanto generas y donde solo existes si puedes rentar… nada que no produzca tiene sentido, nada que no dé beneficio tiene cabida, nada que no sea alcanzar más producción tiene sentido, sea al precio que sea… entonces ¿ahora? Estamos ante un momento en que nada es lo que parecía, nada puede seguir funcionando como funcionaba, ahora nada de cuanto conocimos existe y poco hay en nuestras manos para poder adaptar el sistema, desfasado y sin sentido a las necesidades reales de la humanidad actual… el imperio cayó, el capital ha colapsado, ahora quedan dos opciones, apostar por el hombre, por el ser humano, por la sociedad, por la justicia y la igualdad, o, por citar un ejemplo que todos conocemos “que empiecen los juegos del hambre”

   La oruga, una vez nace, arrasa con todo a su paso en su frenesí desmedido por crecer, hasta que, llegado el momento, sin saber por qué ni como, algo le obliga a cejar en su frenesí de gula y tomando por refugio lo que antes fuera su alimento, crear de sus propias entrañas un capullo y encerrarse en él, diluirse y desaparecer para volver a nacer, para re-existir, esta vez, ya no estado larvario y casi repugnante, sino con una apariencia nueva y renovada, con su peculiar belleza, esta vez, para dar vida. Me gustaría pensar que la sociedad ha llegado al final de su estado larvario y que, tras su forzada metamorfosis alcanzará un estado adulto en que sepa equilibrar sus existencia, alcanzado en sí una belleza que, por efímera que sea, pues igualmente vamos a morir, resulte de exquisita utilidad, pues, tras su estado larval, donde destruye para crecer, ahora, como mariposa, poliniza, engendrando fruto.

Querido lector, mientras esto pasa, mientras seguimos un día más con la esperanza de que sea un día menos, quiero invitarte a la reflexión, a la metamorfosis del alma y de la mente. Desde esta ventada de internet, desde este nudo en la red de redes, te invito a tomar aire y experimentar como tu pecho se colma de vida, siente como tu corazón late en tu pecho, siente como el oxigeno llega a cada célula de tu ser, pum, pum, pum, sístole y diástole de vida a golpe de pulsación… ¡Siéntelo, estás vivo! eres libre, aunque estés encerrado, date un momento para sentir la ira, el temor, el miedo… el dolor, la pena, la angustia… no huyas de todo ello, deja que el terror te alcance y te sumerja en la oscuridad de la noche más profunda, siente el terror de la tormenta, llora, si es que puedes, grita si lo necesitas… déjalo fluir…

Siente ahora la paz, la calma, la tranquilidad, la nada… siente la quietud, siente el amor… ahora, toma aire nuevamente y deja fluir todo, exhala con tu aliento todo eso que no te deja avanzar y vuélvete a ti mismo, mírate, ahí estás, solo, en compañía pero solo, como la oruga en su capullo o la larva en el panal, uno de tantos, pero solo y en ti todo un cosmos de vida, si tu no existieras nada existiría, porque, querido lector, nada es casual, ni que yo ahora escriba estas líneas, ni que tú las estés leyendo, ni que, en este u otro momento, de uno u otro modo, los dos estemos encerrados, separados y al mismo tiempo unidos en la eternidad de las palabras… porque ahora que me lees yo soy tú qué estás leyendo, a la vez que tú eres yo mientras escribo, en esta danza de sensual inapariencia donde nada es, nada existe y todo pasa entre el silencio de mi voz y el callar de mis palabras.


Querido lector, una vez más, si has llegado hasta aquí, enhorabuena, un día más hemos cambiado el universo entero en un instante. Rotos el tiempo y el espacio hemos compartido un viaje eterno hacia la libertad, esa que solo está en nuestra mente y nuestro corazón. Hagamos esta senda que nos conducirá hasta la libertad de los que ya no temen nada porque en sí lo tenemos todo, aquellos que ya no tememos ni a la muerte porque sabemos que en la vida nada nos es prohibido y en la muerte nada nos es negado, salgamos del encierro del alma ahogada por el miedo constante, aunque sigamos en confinamiento, pues, la libertad no está solo en quienes corren, sino en aquellos que,  aun encerrados, nos atrevemos a volar.







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