Un viaje al interno

Un viaje al interno
Un descenso al corazón

miércoles, 30 de octubre de 2019

No empieces a dudar de ti ¡¡¡Ten confianza!!!


Querido lector:

      Hace mucho que no me dirijo a ti y es que hace mucho que tengo el torrente de las palabras seco. Hace mucho que todo se llenó de nada y la nada me llenó a mí y en medio de todo eso, la soledad, y en ella, la tempestad…

Estos años han sido extraños, lo han sido porque, entre otras cosas, todo aquél acumulo de mí mismo que logré tener, lo fui dando a quienes, por unas u otras razones, lo han necesitado. No sabría decir si fui fuerte o lo creí, no sé si hice bien, ni siquiera sé si ahora lo estoy haciendo, ni si yo soy quien para juzgarlo.

Hace años lo dejé todo para ir tras de un imposible, que, aun siendo consciente de que no iría a lugar alguno, era un alto necesario en un camino que, por otro lado, acaba de comenzar, aún sin saberlo y aunque llevase ya algún tiempo en esta marcha. Con ello y con todo, decidí abandonar la senda que tenía para tomar otra que me conduciría hasta el lugar presente, hasta éste momento, tal vez por otro lado hubiera llegado al mismo sitio, sí, pero no del mismo modo… es por ello que me fui, me fui y volví, pero al volver, no estaba ya en el mismo camino, aunque sí en la misma ruta.

Aminoré el ritmo, dejé de correr para alcanzar la meta y empecé a disfrutar de las muchas metas que cada día surgían en el camino que nuevamente emprendía, ahora con otra fuerza y con otra luz. Me crucé con mucha gente, algunos eran sombras de aquellos que antaño me acompañaban, pero yo no lo sabía, y otros, otros serían nuevas marcas, nuevas luces que guiaren mis pasos hasta la verdad, por relativa que esta fuere en según qué circunstancias.

 Todo cambió, todo parecía igual y tal vez, en verdad, todo lo era, pero yo ya no era el mismo ni lo sería nunca más. Una parte de mí había muerto y por doloroso que fuera, había que avanzar; haciendo duelo, como con cada perdida, pero con la vista puesta en un presente que se convertía cada día en un gran futuro.

Una vez acabados los días del duelo, no sabría ahora decir si fueron muchos o pocos o si tal vez hoy algunos días aún me duelen… pero acabados esos días, pasado el luto, acabado el llanto, el camino se fue haciendo más pedregoso y las fuerzas empezaron a faltar. Había invertido mucho para seguir adelante, me había conocido, descubierto, amado y finalmente aceptado que sí, ese era yo, o al menos, lo había sido, pero que ese yo ya no era yo, por lo que yo ya había muerto y el yo que ahora era, no era yo todavía, pero sí era el conato, o más bien el neonato de quien empezaba a ser. No te mentiré, querido amigo, daba miedo, daba miedo porque yo siempre había tenido claro quién era, qué quería, cómo y cuándo, y ahora de repente ya nada de todo eso existía, nada era verdad, no quiere decir que hubiera sido una mentira, pues no lo fue, pero ahora, ya no lo era y aferrarse a ello sería un error porque, ya no existía.
En medio de toda esta vorágine se sucedían los cambios y había que adaptarse, tocaba volver a conocerse, mirarse en el espejo del alma y encontrarse de frente con quien se es, sin esperar verse ya con quien se era… sin caer en la nostalgia de quien se ha ido, sin buscar volver a ser, aceptando que ya no se es, sin dejar de ser tú mismo… querido lector, esto poca gente lo comprende, tal vez tampoco tú y yo, pero es un hecho cierto, somos un cosmos en perfecto movimiento y apariencia de quietud, un estallido en llamas oscuras que invisibles infaman la totalidad de nuestra esencia y nos transforman día a día empujándonos hacia la luz… esa luz que aunque clara y cálida, a veces nos aterra, nos abruma, nos espanta… porque pone de manifiesto cada miedo, cada sentimiento, cada grieta de nuestro frágil corazón… y al mismo tiempo nos revela, nos confirma, nos conforta y conforma… que nos saca del caos.

No sabría decirte exactamente en qué momento todo eso que era paz desembocó en una tormenta, o tal vez sí, pero no me atrevo a escribirlo. La luz se volvió noche en torno a mí, la claridad se me hizo oscura y me vi ahí, solo, frío, muerto ante el espejo del alma, siendo yo y sin saberme, siendo uno, siendo todos, siendo tú, aún sin quererlo… y los fantasmas de un futuro inexistente se empezaron a materializar en un presente confuso, la luz y la tiniebla se hacían una de un modo tan perfecto que resultaba un enigma de belleza estremecedora. El mar en calma se volvía a embravecer y los titanes que antaño parecían ya olvidados, volvían con su fuerza solo que, esta vez, ya no era lo mismo, implicaban un riesgo cierto, pero al mismo tiempo, suponían una nueva opción, una oportunidad, un cambio…

Todo se volvió silencio, vacío y nada. Todo, nada, la totalidad del cosmos en la nada del vacío, el alma huida, el corazón roto, la sangre helada… el frio aflorando a los labios mortecinos, mientras que leves se me escurren los besos… sin entender si quiera si en verdad nada de todo cuanto es existe o si es sólo otro parón, distinto, pero quieto, en medio del camino.

Gente que va, gente que viene, gente que se queda… personas con nombre, con historia que son parte de mí y que, cuando de mí parten, en parte, una parte de mí se parte al irse y así vivo, esparcido en mil pedazos, siendo uno cada uno de ellos, mientras otros lo son de mí. Mi  razón no alcanza a comprender y enloquece, se enciende y estalla cual volcán con su furia, como para drenar el flujo de la lava que me quema por dentro, canalizando todo eso que se escapa a mi entender pero que al mismo tiempo es parte de mí, que me conforma…

En esta espiral de pensamientos, sentimientos y sensaciones nos movemos, tratando de encontrarnos, sin buscarnos tal vez, colisionando a veces, diametralmente opuestos otras pero queriendo existir a la vez que deseando desaparecer, queriendo de algún modo ser indelebles y al mismo tiempo pasar sin dejar huella… pero el tiempo pasa y no deja nada sin llevar y tal vez, querido lector, es eso lo que pasa, que le tiempo nos apremia cada día y ante las puertas de la eternidad, cualquiera que ésta sea, el terror nos arrebata y nos sume en un éxtasis extraño que nos recuerda que somos finitos y que donde ahora estamos mañana, tal vez ,ya no y que, quien ahora somos, tal vez mañana, ya no, y que a quien ahora vemos, mañana, tal vez, ya no estará… que aquello que tenemos por cierto hoy, puede no existir, que pasará, que tal vez de ello no nos quedé ni el recuerdo, ni las ganas de olvidar.

Querido lector, tal vez es sólo angustia, vértigo, tal vez es sólo un despertar y temer que sea un sueño lo que se cree que es realidad. Fatigado corazón, podrido de latir y cansado de amar… pero que no sabe vivir sin su latir… psique hecha añicos… en esta partida de ajedrez extraña donde cada movimiento es un nuevo jaque hasta el jaque final, donde enrocarse no vale nada… vida ésta que se desliza entre tinieblas y luz, entre el miedo y la libertad…

  “sólo el que es libre sabe comprometerse, porque sólo el que es libre puede elegir y el compromiso es una elección que nos vincula a nosotros mismos a aquello a lo que, con nuestra libertad, hemos decidido comprometernos” 

esas palabras las dije hace mucho y es verdad, el miedo nos impide tantas cosas, solo el compromiso libre nos libera, compromiso con nosotros mismos y también con los demás.

Son tantos los muros que hemos puesto entre nosotros que la libertad que conocemos no es libertad. Es tanto el miedo que tememos a la libertad… por eso nos asusta el compromiso, el personal y el mutuo, porque ser libres nos obliga a ser responsables y ser responsables nos obliga a asumir un compromiso… por eso el miedo acecha, por eso florece la duda, por eso la angustia crece… ¿y dónde estás tú? ¿Dónde estoy yo? La libertad es un camino arduo y complicado que exige conocerse y atreverse, empezando por atreverse a dudar, soltar el amarre de todo lo que creemos cierto y atrevernos a dudar, también de nosotros mismos… existir más allá de lo meramente establecido. Ser libres exige un esfuerzo, un compromiso con la verdad, un dialogo continuo y profundo y eso, querido amigo, no pocas veces nos aterra, por eso llenamos nuestros días de cosas, de ruidos y acciones… porque escucharse en el silencio asusta, porque una voz que no es la nuestra, pero que nace de nosotros mismos, nos aterra porque sin la libertad, sólo nos queda el juicio y en el juicio, la condena y ¿tras la condena?, ¿la muerte?, ¿la eternidad?, ¿el vacío?¿la nada?, ¿la totalidad? Y así, amigo mío, volvemos a empezar… lo tuvimos todo, todo se volvió nada, la nada, tempestad, la tempestad en miedo, el miedo en caos, oscuridad… de en medio de ésta nació la luz, de la luz el cosmos, del cosmos la paz, de la paz el sosiego, del sosiego la libertad y a base de ser libres, nos nació el amor y en el amor, la libertad.

Querido lector, cuando me puse ante esta hoja en blanco no sabía de qué iba hablar, sólo quería sosegar mi alma atormentada, quería descansar, pues estoy harto de existir, cansado de errar, de dirigir mis pasos a ninguna parte y de no parar de caminar, pero ahora que te he escrito podría decir que me he vuelto a levantar, porque, como me dijo un día una amiga:

“Todo eso que encuentras en mí, es lo bello que tú contienes, tu alma, sencilla y profunda es inspiración”

Querido lector, si has llegado hasta aquí, gracias, a ti, seas quién seas.

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