Un viaje al interno

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Un descenso al corazón

domingo, 21 de julio de 2013

Yo y yo mismo (Reflejos en un espejo)

¿Quién eres?¿Qué quieres?¿Por qué has venido?¿A quién buscas?
         Si viésemos, parado ante un espejo, cualquiera de nosotros, a otra persona haciendo estas preguntas a su "yo" reflejado, no dudaríamos en afirmar que algo en sí no va del todo bien, al menos partiendo de la base que afirma que el ser humano es uno de los grande mamíferos capaces de reconocer su reflejo cuando lo ve  Partiendo de esa premisa, quiero arrancar esta reflexión, que pretende tal vez, ser como un espejo del alma.

        Cuando estamos ante el espejo ninguno dudamos de que, a quién tenemos ante nosotros mismos, somos nosotros mismo. Si yo muevo la mano, mi reflejo, la representación de mí mismo que puedo ver gracias a la incidencia de la luz en la pulida superficie, moverá a su vez la mano, y todo esto entra dentro de todo aquello que conocemos y vivimos como real y cotidiano, vivimos con nuestro reflejo, con nuestra sombra...

      El ser humano en sus relaciones interpersonales hace uso de sus sentidos, tanto es así que cuando oímos una voz, la podemos definir como suave (tacto) o dulce (gusto) e incluso agradable (olfato) así pues de algo que sólo podemos oír hemos construido una realidad que podemos, por así decirlo, tocar, gustar y hasta oler, pero que no podemos ver. Cuando nos confrontamos ante un espejo pasa todo lo contrario, podemos vernos, todo nuestro yo externo, todo nuestro aspecto, pero sólo podemos ver el reflejo de ese yo. Podríamos alargar la mano y tocar el reflejo, entonces nos chocaríamos directamente con la realidad de que, aún cuando vemos un reflejo perfecto de tal cual somos nosotros, lo cierto es que no es nosotros mismos, pero tampoco es otro que no sea yo... es un yo que está, que significa, pero que no existe más allá de ese momento y ese reflejo, así pues si tratásemos de tocar el reflejo, sólo alcanzaríamos a tocar el frío tacto del vidrio... así pues, en el espejo nos vemos, nos identificamos, nos reconocemos, pero en el espejo no nos podemos tocar, ni oír... para que nuestro reflejo se acaricie, he de ser yo el que me acaricie, para que mi reflejo hable, he de ser yo el que me hable... y sólo yo podré escucharme, pues al otro lado del espejo, en realidad, nada es, todo parece y nada existe... es sólo un reflejo.

     La vida, de algún modo, es como ese espejo en que se refleja todo aquello que somos, pero no obstante,  aún cuando refleja fidedignamente la imagen de quién somos, no somos eso en realidad... para comprender una vida, no basta con verla, así como para comprender un idioma, no basta con hablarlo, hemos de interiorizarlo, degustarlo, hacerlo algo nuestro.

   Como cuando nos miramos a un espejo, cuando afrontamos nuestra vida, hemos de pararnos a reconocer,   a aceptar quién es en verdad ese reflejo, a amar esa verdad reflejada... preguntarnos un poco cada día ¿Quién eres?¿Qué quieres?¿Por qué has venido?¿A quién buscas? Para poder reconocer el Yo en mí mismo y descubrir lo verdaderamente maravilloso que es ser y existir siendo Yo en mí mismo... y es que en no pocas ocasiones ocurre, que al mirarnos al espejo, al reflejo de la vida, pensamos en qué tal o qué cuál cosa cambiaríamos... El hecho es que cuando pretendemos cambiar las cosas, cometemos el error de emprender los cambios sobre el espejo, tratando de modificar la realidad modificando en verdad el mero reflejo pintando, por así decirlo, en el frío cristal la realidad que queremos, engañando a nuestros ojos, sin cambiar en realidad quienes somos, no llegando así nunca a ser quienes queremos o debemos ser.

        Existe en psicología eso que se ha dado en llamar el pensamiento mágico, hecho sobre el cual la sociedad actual y de consumo ha basado su existencia. En un mundo en que prima el aspecto, el parecer más que el ser las grandes multinacionales nos venden a diario ilusiones vacías y huecas esperanzas que no son más que pintura para cubrir el reflejo de una realidad que en verdad, no deja de ser una farsa pintada, maquillada y decorada, pero inerte al fin y al cabo... En una sociedad en que todo se vive hacia fuera de sí mismo no pocos seres sin escrupulos hacen uso de nuestros miedos e inseguridades a fin de decirnos que no es verdad que podamos cambiar nada, que sólo debemos conformarnos con poder pintar en el reflejo aquello que quisieramos en verdad, mientras nos resignamos a aceptar que otra realidad no es posible, pero no es verdad... en la vida, como en un espejo, no sirve con cambiar el refejo, no vale con pintar el cristal, debemos realizar los cambios sobre nosotros mismos para que ese cambio, se vea reflejado en nuestra verdad... debemos pues preguntarnos quiénes somos, a fin de poder responder en verdad quienes somos.

   
  La vida, como un espejo, nos manifiesta, quién somos en verdad, pero no obstante, no muestra de nosotros más que aquello que podemos ver... desprovistos de todo, agenos al reflejo y centrandonos sólo en nosotros y en quines debemos ser, dejemos de vivir pendientes del reflejo y más pendientes en qué queremos reflejar... a fin de ser en verdad y no sólo en apariencia.










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