siendo tan distintas se asemejan tanto. La soledad, esa temida compañera e insistente amiga, que viene siempre sin ser invitada, de la cual se huye, a la que se recurre... soledad... a veces tan odiada, a veces tan amada. La soledad de los solos, de aquellos que la abrazan como vida, qué distinta es a esa horrible soledad de los abandonados... la soledad del olvido... triste sería que hasta la soledad nos olvidase... y no nos quisiera ni el olvido. La soledad acompañada, esa tan profunda, esa soledad del alma incapacitada que por más que se le girte, calla, no siente, y sigue sola... a pesar de vivir rodeada...
y el alma solitaria que su soledad de todos se ve acompañada... y que se hace parte de todo y todos, sin dejar su soledad aislada, sino comunicada... soledad, divino tesoro y fatal pesadilla, soledad silenciosa y temina, que siempre llegas y sola llenas de soledad la vida... y cuando por fin nos vemos solos, encontramos la salida, pues sólo a solas soledad, sólo a solas eres entendida... pues, en silencio y soledad puede el hombre encontrarse, sólo solo interrogarse, y sin mentirse mirarse y en soledad, calladamente amarse. ¿de qué te serviría mentirte estando en soledad? soledad y silencio, dificil reto, perfecta mezcla... pero ¿quién lo logra? quien lo busca lo encuentra y oculta se nutre de la sabiduria que da el vivir la soledad... sin olvidar la compañía... soledad y silencio en perfecta armonía, conformando entre sí la estructura de un tamplo que llena de paz... de alegría... ¡soledad, soledad! bendita sombra maldecida, temida impuesta y desconocida amiga, necesaria compañera de la senda de la vida, yo quisiera hacer ver tu gran valía, que no es cierto soledad que hayas de ser temida, sino mirada con ardor, siempre contenida, porque al final, soledad, seremos sólos algún día... y sólo a solas soledad, solo así eres entendida
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