Pensaba en si la fugacidad de la vida, tal vez, es como un aullido que se eleva en busca de ser escuchado... Cómo, al terminarse, al abandonar la vida el cuerpo, todas las demás cosas también lo abandonan, quedando, finalmente nuestro cuerpo, abandonado en el olvido.
Cuando algo muere, todo a su alrededor desaparece, quedando sólo esa cosa inerte... pasa así cuando el amor parece abandono, pudiera parecer que al final el amor sólo fue un desperdicio de tiempo que jamás pasó de eso... lo que parecía una inversión segura terminó por convertirse al final en la mayor de las perdidas... todo, para quedar como el muerto. Sólo y abandonado de todo cuanto tenía o cría tener... todo aquello emprendido por y para el amor se veía ahora inútil y sin sentido, y no obstante, aún con esas, hay que aceptar el reto tomado y solventarlo aun que sea ahora con otras armas y otras ganas. Ya no es el impulso primero el que nos nueve, ahora es la certeza clara de tener que hacer lo correcto, tomar la vida en peso y dirigirse firme hacia la meta de ésta, esa muerte que a todos nos espera, pero llegando a ella pudiendo dejar algo en el cuerpo... para poder dejar ese algo en el recuerdo que te haga perdurar, para dejar amor... porque al final el hecho concreto de la vida misma no es más que un acto de amor, tantas veces incomprendido, tantas veces olvidado. Es pues, quizá, el amor eso, pequeños actos, gestos... que se hacen y quedan hechos para siempre, en la eternidad. Todo el amor que puedas dar hará de ti un tesoro que jamás nadie te pueda arrebatar... sin embargo dar amor no te garantiza ser amado, no garantiza sentir ese amor como pensases que fuera... al final... ¿será pues esto así? ¿Será la vida como un aullido que se eleva en busca de ser oído? ¿será la vida un acto de amor que se eleva en busca de ser amado? ¿no será el amor ese aullido que nos hace vivir en busca de que el ser amado no oiga? ¿será entonces cada abandono, cada olvido, una muestra de esa muerte que deja vacío el cuerpo, así como se queda el corazón cuando el amor le huye? ¿será pues, tal vez, que es el amor la vida, y muerte el olvido, que para vivir hemos de morir, así como para amar hemos de olvidar? Tal vez no sea yo el hombre que comprenda el corazón humano, tal vez jamás logre entender por qué el mundo funciona así, pero sí sé lo que quiero y sé lo que merezco y ante todo sé por qué quiero luchar, con qué armas y por qué certezas. Quiero luchar porque quiero vivir, para poder olvidar, perdonar y así poder amar, para al final morir y tender a eternidad... porque si el amor es la vida que se escapa como un aullido, no puede morir, tan solo escapar, y grabado quedar en algún corazón que lo haga perdurar...
Viviré pues para amar, amaré para olvidar, olvidare pues para amar... y sin algún día alguien me amare... amaría pues para amar… “porque fuerte es el amor como la muerte, y las aguas no lo pueden apagar, ni los ríos lo pueden anegar…” por citar algo tan bello como el Cantar de los Cantares.
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