Hoy en día se apela mucho a la
libertad, es un deseo que todos poseemos y que como ya he dicho en
alguna ocasión, es inherente al hombre. En un articulo anterior
reflexionaba ya acerca del hecho de la libertad y como la muestra
máxima de tal es el compromiso, pues sólo el que es libre y ama con
libertad es capaz de comprometerse, con una persona, un proyecto, una
realidad... sólo el que de verdad ama algo, realiza todo por ello
con la libertad de hacer lo que del corazón nace, más allá de
otras aspiraciones y motivaciones.
No pocas veces las motivaciones que
nos mueven son muy contrarias al principio de libertad; motivaciones
económicas, motivaciones personales, rencor, ambigüedad... al
amparo de la libertad se están cometiendo aberraciones que distan
mucho de alcanzarnos la libertad y que coartan ésta hasta el punto
de someternos a una suerte de pasiva esclavitud que disfrazada de
libertad, nos aferra cada día más a una realidad que no queremos.
No pocas veces, cuantas cosas emprendemos a fin de sentirnos libres,
no son más que pesados eslabones que sumar a la cadena de acciones
que, lejos de liberarnos, hacen que estemos un eslabón más lejos de
la libertad.
Hay una frase que repetía mucho un
profesor que yo tenía cuando estudiaba la secundaria, frase que,
caprichos de la memoria, ha seguido resonando en mi cabeza a pesar de
los años: “el que no vive como piensa, termina por pensar como
vive”. Interesante frase ésta en que se encierra una profunda
lección dentro de su clara sencillez.
Todos vivimos, o creemos al menos
vivir, en libertad. Todos por tanto pensamos que somos libres, y
actuamos conforme a esta libertad. El hecho de ser libres, pensamos,
nos acredita para realizar tantas cosas como nos plazca ya que para
ello somos libres. Reclamamos libertad, exigimos libertad, es un
grito que nace en el hombre desde su más tierna adolescencia,
¡libertad! ¡independencia! Todo esto es normal, es más, es justo y
adecuado, el problema llega después, en el momento en que mi
necesidad de libertad y mi exigencia de tal entra en conflicto con tu
idea de libertad y por ende en tu exigencia de libertad. Es ahora
cuando la frase de mi profesor va tomando un cariz diferente y es
que, “el que no vive como piensa, terminará pensando como vive”.
En un mundo que tiende al egoísmo y al personalismo ante todo, en un
mundo globalizado donde se educa en el “yo” del éxito, la idea
de libertad se ha convertido en un derecho unipersonal y unilateral
que excluye el hecho común de una sociedad libre, hasta el punto de
que la sociedad, vive anclada a un sin fin de condicionamientos
unipersonales y personalístas que acaban por coartar la libertad
personal, diluyendo la libertad del ser humano en su conjunto.
Todos, absolutamente todos, somos una
suerte de mercenarios en buscar del mejor postor, vendemos nuestra
libertad a quien quiera comprarla y lo peor de todo, es que la
vendemos e hipotecamos, atreviéndonos a llamarlo “liberación”
¿Es que acaso no somo libres para tener que liberarnos? ¿Qué hay
detrás de esta libertad que nos obliga a tener que buscar mecanismos
de defensa y de auto liberación? Y es que, como decía mi profesor,
“el que no vive como piensa, termina por pensar como vive”
En el momento en que uno se tiene por
más importante que el resto de nosotros, todos dejamos de ser
importantes, por cuanto que por el capricho de uno, todos somos
objeto de menosprecio. Es aquí donde la rivalidad se abre y se
fragmenta la libertad. Como me tengo por mejor y superior a ti, tengo
por real que cuanto yo decida es mejor que cuanto tú hagas, es más,
como yo sé más que tú, o al menos eso creo, me tomo la libertad de
elegir por ti, porque tú, para mí, en verdad no existes, y tu
libertad no es motivo para que yo cambie mi actitud, por ello, como
todo mercenario, avasallo tu derecho a la libertad imponiéndote la
mía y así, en esta ilusoria jaula de oro en que nos encierro a
todos, creo que a todos nos hago libres, cuando en realidad nos estoy
condenando a la esclavitud de la tiranía de mi pensamiento. Es
entonces cuando la libertad de expresión se convierte en agresión y
la agresión en delito, es en este momento cuando la proposición se
transforma en imposición y la imposición en ley... mientras la
libertad se desvanece en un sin fin de derechos que lejos de hacernos
libres, nos atan a la imposición de ser libres según el modelo
democrático impuesto por una supuesta mayoria para la libertad. Este
“Sanbenito” del siglo XXI que se impone por la fuerza al que vive
la libertad desde un angulo distinto.
Existe en la ciencia una teoría
según la cual el universo está compuesto por una infinidad de
universos paralelos donde todo es sin ser y donde nada es porque todo
ha sido. Según esta teoría, conforme la ley de causa y efecto,
existe un universo por cada decisión que puedas tomar y otros tanto
universos por tantas otras opciones descartaste y pudiste haber
tomado, siendo cada acción y su reacción un universo igual y
paralelo pero totalmente distinto cada vez, siendo uno mismo sí
mismo y siendo siempre otro, sin dejar de ser quien es... además de
enrevesada, la teoría es interesante (véase que no soy científico
ni erudito, por cuanto pido disculpas si en algo desatino) este
pensamiento del multiverso me hace recapacitar acerca de si el mundo
en el que vivo es como es por las decisiones y omisiones por las que
he optado, de ser así, la única forma de que mi mundo cambie es
cambiar el modo en que vivo y me relaciono con él, ejerciendo así
una nueva relación que a su ver me relacione con mi universo en una
medida distinta y haciendo, por tanto, distinto todo mi universo;
siendo así en todo distinto cómo siento y percibo mi realidad y por
ende, como ésta me afecta. vuelve en este punto la frase que mi
profesor solía decir “quien no vive como piensa, acaba pensando
como vive” así pues, pienso que soy libre y bajo esta premisa vivo
y actúo, pero como no me siento libre, como no me reconozco como
tal, acabo viviendo en la ausencia de esa ansiada libertad y acabo
pensando como quien no es libre, dejando que mis actos se rijan por
las decisiones que tomo en el condicionamiento de mi total falta de
libertad. Pero, si vivo en una sociedad democrática y libre ¿cómo
es posible no ser libre? Como ya dijera en otra ocasión, la falta
una experiencia real de libertad más allá de lo meramente material
e impositivo, la incapacidad congénita de dejar ser al otro sin
creer que sus diferencias coartarán mi existencia, y es que la
verdadera libertad nace de la capacidad serena de respetar las
diferencias del otro sin sentirme atacado por ellas y sin atacarlas
porque, según mi juicio, ataquen mi forma de vivir. El mirar primero
con los ojos del otro, nos enseñará más del otro y así sabremos y
querremos respetar al otro, porque no pocas veces la maldad está más
en los ojos de quien juzga la acción como mala y no en quien con
rectitud la realiza.
Todo lo que atenta contra el hombre
en cualquiera de sus formas no es libertad ni liberación, el hombre
no puede ser libre sólo en parte, el hombre es libre en sí y en su
totalidad, sino no es libre. De nada vale una ley que me obligue a
ser libre o que me facilite y decante una opción sobre otra con
respecto a mí mismo, mis circunstancias y mi persona. Una sociedad
jamás será libre si no se cambia el adoctrinamiento por la
educación libre. Enseñemos a los niños a leer, escribir, contar,
multiplicar, expliquémosles el medio ambiente, los primeros
auxilios, pero ante todo eduquemos a los niños en su capacidad para
pensar libremente, para expresarse libremente, para ser ellos sin
neceidad de contentar a nadie o alcanzar un canon, eduquémosles
desde la empatía y la igualdad, conscientes de lo que nos
diferencia, no para alejarnos unos de otros, sino para ser unos en
los otros, conscinetes de que de lo que nos asemeja más, es que cada
uno somos diferentes. Jamás existirá libertad sin igualdad ni hay
igualdad sin libertad y es que la igualdad y la libertad son una
opción de compromiso que nos hace ser y existir en respetuosa
coexitencia.
Sólo el que ha conocido la autentica
libertad es libre a pesar de los barrotes. Sólo el que conoce la
autentica libertad es libre a pesar de las etiquetas, las críticas,
las quejas. Sólo el que conoce la verdadera libertad es
verdaderamente libre a pesar de leyes, ideologías, religión. Sólo
el que sabe volar sin alas, sólo el que es capaz de caminar un paso
más aún a pesar de las heridas, sólo el que sabe mirar y ver más
allá de lo que considera cierto; sólo el que se atreve a aceptar
que puede estar equivocado, sólo el que se compromete a ser libre,
puede y es verdaderamente libre. Y es que la libertad es, ante todo,
la voluntaria y responsable decisión de comprometerse con uno mismo
a ser libre, liberando en sí a los demás de sí mismo y así a
ellos mismos de sí mismos. Cuando comprendamos que para ser libres
debemos ser todo en todos, todos seremos libres, más allá de
imposiciones, globalizaciones, manifestaciones... porque la libertad
es sin necesidad que nadie la lidere, porque la libertad no tiene
banderas, no es discutible, no se puede poseer, no se puede dar, no
se puede limitar. Es una realidad que vive dentro de cada uno y que
depende de cada uno llevarla a plenitud. La libertad es como una
semilla en tierra hostil, que da fruto sólo si se la trabaja, si se
riega, si se cuida, si se espera, si se confía.
La libertad es y tú
eres libre de serlo.
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