“Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra
esperanza en Cristo,¡somos los más dignos de compasión de todos los hombres!
¡pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que
durmieron. Porque habiendo venido por un hombre la muerte, también por un
hombre viene la resurrección.” (S. Pablo: I Corintios XV 19-21).
La novela de Unamuno, San Manuel bueno, es una novela
llena de simbologías, por no decir que toda en sí es una simbología. La novela
narra, por boca de Ángela Carballino, uno de los personajes fundamentales, lo que se podría denominar como “vida y escritos de san Manuel, cura de
Valverde de Lucerna” ya que, según mi parecer, la redacción es parecida a los libros sobre
santos en que otros, coetáneos suyos cuentan quién, cómo y por qué era dicho
santo. No obstante y lejos de querer hacer un libro de este estilo, Unamuno recrea en un paraje real, un
pueblo y gentes irreales, propias de una leyenda o un sueño y así abordar el
tema de la fe, la razón y la verdad de la vida, del sentido de ésta y de la muerte, además de
cuestionar si hay o no un mas allá; cuestionando la existencia de una vida
eterna, paraíso, o quizás un inframundo al estilo clásico.
Todas estas dudas
las pone en manos de D. Manuel, un sacerdote, párroco de una pequeña aldea, el
cual no cree, o cree no creer queriendo creer lo cree no creer, es de este modo
como se aborda el tema de la fe y la razón.
Del tema de
la fe podemos apreciar dos tipos, tal vez tres, los cuales trataré de exponer. Por un lado encontramos la fe ciega, la que es de
tipo natural, casi supersticiosa, la del pueblo tradicionalista que busca en la fe un apoyo que lo
ayude a vivir esta vida, la cual si ha de acabar en la muerte no parece tener valor, y que por otro lado, ayuda a bien
morir para vivir en la vida imperecedera, el más alla, que es la meta de todo mortal. Es
también esta la fe del idiota, de Blasillo, es la fe que no entendemos y que no
alcanzamos a comprender pero que tampoco nos cuestionamos y que en cierto modo nos ayuda a vivir “en sueño” esta vida
“pesadilla”. Tras ésta, encontramos también la fe del que no cree, o más bien del que no cree creer, pero
que por mantener la fe de los demás, para que los demás no pasen el sufrimiento
tal que él está pasando por haber visto la verdad de la vida cara a cara, vive de fe y
para la fe sin tener fe, es el caso de D. Manuelm, quien aún cuando no cree, vive
como si sí creyera; y aun no teniendo fe la trasmite, para así mantener al
pueblo en el dulce sueño de la alineación y librarlo de la verdad que es la
muerte, ya que esta verdad es insostenible e isoportable, pues si algo hay de verdadero en esta
vida es que hemos de morir, es lo único que tenemos asegurado, lo demás es todo
vanidad, los amigos, la familia, el dinero, todo puede fallarnos, todo ello
pasa, pero la muerte siempre estará ahí, al final de la vida, esperándonos para
llevarnos con ella, el donde... eso ya es otra cosa.
Para esta verdad el ser
humano no esta preparado. Ya desde el momento en que el “animal homo” por acotar así a nuestro ancestro hominido, toma
conciencia de ser, pasando así a ser del "animal homo" al “ser homo”, ser humano, es cuando
empieza a ver la muerte como una realidad dolorosa a la que no sabe como
enfrentarse ni como afrontar, de ahí nace el culto a la muerte, o mas bien los rituales
mortuorios. El ser humano entierra a sus muertos y empieza a creer que hay
algo tras la muerte, tanto que entierran, incluso, a los muertos con sus propiedades, a veces hasta
sus propiedades vivas...
es en este contexto de enfrentamiento a la muerte cuando empieza el
culto a los dioses, desde el hombre de la edad de piedra hasta la actualidad, cuando el hombre empieza a percibir en sí su proyección de eternidad.
D. Manuel,
quien cree que tras la vida no hay mas que un sueño eterno en el cual ya no se
sueña más, o sea, que no cree en nada mas allá de esta vida, sufre, y por ello,
mantiene la fe de su pueblo, suicidando día a día su razón.
El tercer
tipo de fe que se puede apreciar es la que porta Ángela, una fe en cierto modo
probada, algo mas libre que la fe instintiva del idiota, una fe que ha visto y
comprendido la fe del que cree porque sí y del que se cuestiona si creer, y la
del que no cree y vive de fe para dar fe, ella sabe y conoce los varios caminos de
los distintos modelos de fe, ella los ha recorrido junto a D. Manuel como
hija-madre, junto a su hermano y junto a Blasillo, pero no por ello vive ninguno de esos tipos de
fe, sino que vive su fe, la fe que nace de la experiencia y del saber, que es la fe pura y refinada del que es libre para optar y libremente cree, más allá de una idea o un ideal, basanda en una experiencia personal, intangible, pero veraz.
Dejando ahora
un poco a un lado lo que es el libro, Unamuno es demasiado para
entender, no sabría expresar bien toda la riqueza simbólica y todo cuanto ésta
trasmite y sería estropearlo, por lo que me dispongo a exponer lo
que yo he sacado y pensado de todo esto, lo que es mi parecer y lo que yo creo
que, a mi parecer limitado e inexperto, repito, me dice Unamuno con su obra.
Así pues, si
partimos de la base de que la razón nos lleva
a la verdad y la fe a la vida, yo pienso, que la vida, si no nos
lleva a la verdad, carece de sentido. Si
la verdad nos lleva a la muerte, la vida ha de conducirnos necesariamente a la
muerte, es decir que para alcanzar la verdad de forma absoluta, es necesario
morir, tal vez no físicamente, tal vez sea necesario morir de forma racional o
espiritual. Así pues yo veo que la razón es el camino a la verdad, la verdad es
el camino a la vida y la vida nos conduce necesariamente a la muerte, por lo
que la vida es el camino hacia la muerte, y la muerte no es entendible sino es
desde la fe y sin la fe la muerte es un sufrimiento, es algo inabordable, por
ello D. Manuel sufre por no poder tener esa fe que lo libre del sufrimiento de
la muerte.
Por otro
lado quisiera remarcar que a mi modo de ver las cosas D. Manuel es en verdad
quien más fe tiene, otra cosa es que la viva desde la sequedad de un desierto o
la oscuridad de una noche, como es el caso de San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús,
además de que ¿Puede un hombre inculcar y entregarle a un pueblo algo que no
posee? No y no obstante, D. Manuel sí transmite la fe a su pueblo, al igual
que hicieran Moisés y Cristo. Dice San Pablo: “Muéstrame tu fe sin obras que yo
por las obras te mostraré mi fe” ¿Esto qué quiere decir? Que la Fe no es cosa de decir ¡ay
Señor, señor! o repetir oraciones, ritos o dogmas, aprendidos y aceptados sin dejar lugar a la propia experiencia en un diálogo profundo. La Fe
conlleva unas obras, las de Don Manuel, las de la caridad (y no sólo la caridad en sentido material), por ello aun
cuando éste hubiera confesado al pueblo su falta de fe, éste no habría creído
en la confesión sino en el engaño, ya que sus obras lo acreditan como hombre de
fe. Dirá también san Pablo en su primera carta a los Corintios que ya puede ser
perfecto en obras y palabras, que si no tiene caridad de nada le valdría (Himno a la Caridad), y la
mayor característica de D. Manuel es que vive para la caridad, caridad que nace de un profundo camino espiritual, de una honda experiencia vivida.
Según mi punto
de vista, D. Manuel no es mas que la victima de la noche oscura, que
tantos otros vivieron antes que el y tantos otros vivirán después, Moisés y
Cristo vivieron su noche oscura y su soledad desértica, cuando la fe pasa a
vivirse desde un punto de vista maduro, cuando esta es compaginación de la
razón y nace de una auntentica interiorización y pura aceptacion... cuando la fe se pasa por la razón ésta se nos vuelve un sufrimiento
y una contradicción, es cuando la Fe se vuelve un hecho real y no un opiaceo sedante y paliativo.
En
síntesis, la razón nos lleva a la verdad, la verdad a la vida, la vida a la
muerte, la muerte es entendible sólo desde la fe, la fe para ser pura ha de ser
probada con la razón, la contradicción fe-razón nos conduce a un sufrimiento e
incluso a una agonía, el sufrimiento es un carácter necesario y fundamental de
la vida, si el ser humano no sufre no madura, y ya tenga fe o no será un idiota. El sufrimiento nos lleva por último a la muerte, final de toda vida, única verdad empírica, nacemos y
morimos, la vida no es más que el largo o corto camino que separa un hecho del
otro, pero ambos han de suceder por naturaleza. Luego ya, si tendremos vida
eterna o no... allá cada cual con sus creencias, si la hay, ya lo sabremos, si
no la hay, lo mismo da, ya que jamás llegaremos a
descubrirlo, mientras tanto vivamos sumidos en este sueño, bien con fe en
unas cosas u en otras, pero vivamos. El ateismo no creo que exista(y con esto no pretendo abrir un debate o similar, pues ante todo parto de la libertad individual de cada cual, y del profundo respeto por todos y hacia todos), ante la
muerte todos acabamos aferrandonos a algo, estoy seguro de que al morir D.
Manuel y ver a su pueblo recitar el credo, mas que nunca se zambulló, una vez y
para siempre en el unánime “creo en la vida perdurable...” cima de su amada
montaña, para desde las profundidades de ese lago ser, aún hoy, las campanas del
campanario que invitan a quien las oye a zambullirse sin miedo en esta
vida para irse anegando poco a poco en ella y
ser de un modo u otro una Valverde de Lucerna, un reflejo hoy del ayer y una
voz del hoy para el mañana. Y es que como ya he dicho antes la verdad sólo viene
tras la muerte, y sólo hay uno del que ha haya dicho que haya vuelto de la
muerte, Jesús de Nazaret, el llamado Cristo… el resto, es atreverse a indagar.
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